La princesa huía con su espejo en alto…
El zarzal cruzola…Dar quiso ella un salto
tropezó… del puño, ya de fuerzas falto
se escapó el espejo…¡Fue una conmoción!
Y el espejo roto se volvió laguna,
y al fin la princesa transformóse en una
sirena que hoy sale las noches de luna,
a cantar a veces su antigua canción.

JOSÉ SANTOS CHOCANO GASTAÑODI (1875-1934)

Pertenezco a una generación que en su niñez y adolescencia tuvo pocas oportunidades de relacionarse con sus pares de otros países. Posiblemente, el ser provinciano en esos años, acentuaba ese aislamiento. La única excepción fueron los nietos brasileños de unas antiguas amistades de la familia de mi padre, que llegaban en los veranos a visitar a sus abuelitas chilenas en Viña del Mar. Se trataba de Jorginho, Luisinho y María Victoria Marques de Azevedo, con quienes mi hermana y yo compartíamos las entretenciones veraniegas.

Otra excepción, aunque muy fugaz, fue impactante en mi vida. En el año 1958, llegó una joven peruana a Viña del Mar, que había sido elegida como la mujer más bella del mundo un año antes. Se trataba de Gladys Zender, la primera latinoamericana que obtuvo la corona de Miss Universo. Su viaje estaba patrocinado por los Clubes de Leones de Perú y Chile. Mi padre ocupaba el cargo de gobernador de la zona norte del Club, que abarcaba desde Arica hasta la Provincia de Valparaíso. Esto me permitió, con mis 16 años recién cumplidos, ser participante en el evento en honor a la deslumbrante belleza peruana.

Aunque nunca más la pude saludar nuevamente, su figura me quedó grabada en mi memoria y curiosamente, hace unos 12 años aproximadamente, encontrándome en Madrid durante una FITUR, coincidí haciendo antesala para recibir mis credenciales con un grupo de peruanos, entre los que destacaba una señora de un porte muy distinguido y una notable belleza. En aquel momento, hice un comentario galante sobre la hermosura de las mujeres del Perú y mencioné que había conocido en mi juventud a la primera Miss Universo peruana. Para mi gran sorpresa, la dama que había motivado mi comentario se levantó a saludarme, diciéndome: —Entonces usted conoció a mi madre Gladys Zender. Como en las caricaturas de Condorito, quedé “plop” ante tan increíble e inesperada coincidencia, dándome un “flashback” de aquel recuerdo de más de 50 años.

Un video de la agencia británica British Pathé que daba la noticia de la ganadora de Miss Universo 1957.

Otra anécdota y relación de amistad con el Perú, ocurrió algunos años después, en diciembre de 1970. Conocí al diplomático peruano, Peter Cannock, persona que se convertiría en uno de mis mejores amigos y asesores. Yo había sido designado Director Nacional de Turismo de Chile y él había sido elegido director para las Américas de la Unión Internacional de Organismos Oficiales de Turismo, UIOOT, que pocos años más adelante se transformaría en Organización Mundial de Turismo de las Naciones Unida, OMT-ONU.

Gracias al apoyo que me dio Cannock, Chile fue uno de los primeros miembros fundadores de la OMT, en el año 1971, mediante la firma y ratificación del Tratado de Constitución, por decisión del presidente de la República, el Dr. Salvador Allende. En esos años, había en Perú una dictadura militar, motivo por lo que Peter prefería realizar su trabajo de la UIOOT desde Santiago, donde contaba obviamente con todo mi apoyo y entusiasmo para sus actividades. Cuando, por motivo del Golpe Militar de 1973 en Chile, mi esposa Marie Jeanne y yo salimos al exilio, Peter y su esposa Maki Miro Quesada Arias nos recibieron en su casa durante nuestra escala en Perú.

Por medio de Peter, conocí a otro peruano notable, Carlos Ruibal, que se desempeñaba como director de un proyecto fascinante, el Plan COPESCO. Ese plan, iniciado en el año 1969, pretendía impulsar el desarrollo de las macro regiones de Cuzco y Puno, mediante inversiones estratégicas en infraestructura, y turismo de su rico patrimonio arqueológico y cultural. Ruibal era, además, un pozo gigante de sabiduría en temas históricos y culturales, por lo que mantuve mi amistad con él hasta que la edad y la salud lo permitieron. Le debo a Carlos Ruibal el conocer la exquisita comida Chifa. La referencia del plan COPESCO me resultó, también, útil en la implementación del plan de zonas fronterizas del presidente Allende.

Carlos Neuhaus fue otro amigo peruano muy visionario que tuve el honor de conocer. Un hombre polifacético, enamorado de la cultura y el potencial del turismo como actividad económica y, además, abogado, político y empresario audaz. En aquella época, era representante legal de la aerolínea Braniff en Sudamérica. Neuhaus, junto a otro amigo peruano, igualmente visionario, Eduardo Arrarte, convencieron al presidente de la aerolínea norteamericana, Harding Lawrence (1920–2002), de convertir el aeropuerto de Lima en un centro de vuelos de conexión. Igualmente, lograron crear un fondo financiero de capital semilla por 1,1 millones de dólares para mejorar los atractivos turísticos de la región. Gracias a esto, se lanzaron en impulsar la alta gastronomía peruana y las artesanías, por medio de un restaurante museo en Lima, el Tambo de Oro, por ejemplo, en Ecuador, también apoyaron el turismo de deportes acuáticos, mediante un hotel muy lujoso en Punta Carnero de Playa Salinas, y en Chile, se volcaron a darle un fuerte apoyo al programa de popularización del Ski, que desarrollábamos en la Dirección de Turismo.

Como Perú era país fronterizo con Chile, mis primeros viajes de Director Nacional de Turismo fueron a Lima, por tener allí su sede regional la UIOOT y el Pacto Andino, que impulsaba varios proyectos de integración y cooperación turística entre los países andinos. En esos años, la aerolínea que mejores servicios brindaba, en cantidad de vuelos y calidad, era la peruana APSA, Aerolíneas Peruanas Sociedad Anónima, que desde Lima ofrecía conexiones a los demás países de Sudamérica. Por ello, y también por los buenos oficios de Peter Cannock, conocí a los principales directivos de APSA, como su presidente, don Máximo Cisneros, y su gerente, don Hernán Guerinóni. Recuerdo haber viajado en APSA, además de a Lima, a reuniones en Caracas, Quito y Bogotá.

Precisamente, haciendo escala en Lima, en mayo del año 1971, disfrutando con Peter de un sabroso pisco sour en el bar del Hotel Bolívar, de repente el lugar se llenó de gente, hombres y mujeres jóvenes, elegantemente uniformados, llorando y abrazándose. Eran pilotos, azafatas, personal de aeropuerto y oficinas de APSA que, minutos antes, habían recibido la fatal noticia del cierre de operaciones de su querida aerolínea. Como Peter era un pasajero muy frecuente, además de una autoridad turística internacional, todos se agruparon a su alrededor para transmitirle su dolor y abrazarlo. Yo, que lo acompañaba, me convertí igualmente en paño de lágrimas para muchas de esas bellas y tan tristes señoritas. La escena era muy dramática y cada vez que la recuerdo me entristece.

El cierre de la aerolínea tenía su causa en la persecución de que fue objeto por la dictadura militar que gobernaba Perú. Como consecuencia, muchas familias peruanas, debieron exiliarse o emigrar hacia otros países, entre ellos, la de don Máximo Cisneros y la de Hernán Guerinóni, quienes eligieron llegar a Costa Rica. Las coincidencias extrañas de la vida iban a provocar que pocos años después, debido a otra dictadura militar, yo tuviera que autoexiliarme en la bucólica y democrática Costa Rica, compartiendo ese destino con miles de familias de Perú, Chile y varios otros países latinoamericanos gobernados, también, por dictaduras.

Don Máximo en Costa Rica tuvo una muy destacada trayectoria, principalmente como jurista, que culminó brillantemente como Juez y vicepresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Debido a mi involucramiento tan intenso con el sector turismo costarricense y la industria aeronáutica, siempre mantuve una fuerte admiración por don Máximo y por su creativo liderazgo en APSA. Por ello, cuando el año 1990 fui nombrado vicepresidente ejecutivo de LACSA, la aerolínea de Costa Rica, y al iniciarse la planificación para abrir nuevas rutas a Sudamérica, no dudé en recomendarle al presidente de LACSA, don Mario Quirós Lara, que designáramos como líder del proyecto de ruta al Perú a don Máximo. Ambos congeniaron muy bien y el proyecto empezó a desarrollarse con mucho optimismo, garantizado en gran parte por el extraordinario prestigio de don Máximo. Lamentablemente, cuando estábamos cercanos a las fechas previstas para la apertura, recibimos la triste noticia de su fallecimiento ocurrido en Lima. La muerte de don Máximo fue muy sentida en Costa Rica y en LACSA, porque se le quería y admiraba mucho, así como por los vínculos familiares, ya que varios de sus hijas e hijos hicieron del país centroamericano su nueva patria, formando también familias muy apreciadas.

La apertura de la ruta de LACSA a Lima fue un éxito desde su inicio. A pesar de los temores y riesgos de la época, principalmente el terrorismo brutal desatado por organizaciones como “Sendero Luminoso” o “el movimiento revolucionario Tupac Amaro”, a los que se agregó una epidemia de cólera que generó mucho temor a viajar hacia el Perú. Por dicha, la sucesora de don Máximo fue también una persona de dotes de experiencia y gran liderazgo. Sol Aramburu, quien logró formar un equipo humano muy profesional, valiente y de gran mística, logró consolidar los vuelos rápidamente. De los colaboradores peruanos más valiosos de ese periodo en LACSA, recuerdo muy especialmente a las hermanas Pardo, Matilde en Lima y Belén en Santiago.

Hernán Guerinóni tuvo también una vida muy activa en Costa Rica, en sociedad con amigos comunes. Con su hijo, Ítalo Guerinóni, educado en Costa Rica, pero que es un destacado abogado, experto en derecho aeronáutico en Chile, tuve el gusto de trabajar cuando fundamos la Asociación chilena de Líneas Aéreas, ACHILA.

También, los vuelos de LACSA contribuyeron a generar una gran corriente de relaciones entre Perú y Costa Rica, en todos los ámbitos sociales, los negocios, la cultura, los deportes, las artes, la educación. En el plano educativo, se empezaron a realizar intercambios de docentes y alumnos de Universidades de ambos países, programas de investigación y cooperación académicos que antes eran muy difíciles de implementar. En lo personal, me beneficié ya que dos Universidades, la San Martín de Porres de Lima y la Universidad de Iquitos en la Amazonia, me nombraron profesor visitante, lo que me permitió por varios años viajar a Perú por motivos académicos, y desarrollar amistad con sus respectivos rectores, decanos y profesores.

Como consecuencia, la cantidad de amigos peruanos que tengo en Costa Rica se multiplicó, al extremo que me resulta difícil nombrarlos a todos para no caer en alguna omisión que pueda malinterpretarse. Por ello, solo me referiré a tres de ellos, que ya han fallecido. El primero, el arquitecto Jorge Santos Chocano, hijo del gran poeta peruano José Santos Chocano. Jorge, cuando llegué a Costa Rica, me recibió con gran afecto y fue muy colaborador conmigo en temas de mejorar las regulaciones vigentes en materia de diseño y construcción de hoteles.

Foto en Costa Rica con Jorge Santos Chocano, hijo del poeta peruano Jose Santos Chocano, junto a Silvia Chocano, Fernando Leñero, Marie Jeanne Oliger y Carlos Lizama. 

Él había trabajado en el Ministerio de Obras Públicas y había diseñado y dirigido la construcción de varios hoteles y apartoteles de Costa Rica. Cultivamos una linda amistad con conversaciones muy amenas. En uno de mis viajes a Perú, llegué con mi esposa a un oasis en el desierto costero, cerca de Ica, donde encontramos una placa grabada con el poema “La Sirena de Huacachina”, en el que su padre, el poeta, recogió una antigua leyenda y ensalzó la belleza del lugar atribuyéndole un origen mágico. A mi regreso, le regalé a Jorge una copia del poema en un pergamino que compré en Huacachina, lo que el agradeció emocionado.

Oasis de Huacachina en el desierto al oeste de la ciudad de Ica.

Otro peruano, muy amigo, fue John Jensen. En los años 80, era el dueño de una de las empresas turísticas más importantes de Costa Rica, Budget Rentacar. En tal calidad, se destacaba, también, como líder gremial empresarial y fue uno de los más activos compañeros en la lucha que dimos por lograr una Ley de Incentivos al Desarrollo Turístico, lo que logramos en el año 1985. Esa ley, junto con la creación de EXPOTUR, en la que John también fue un aporte importante, provocaron un cambio total en el desarrollo y mercadeo turístico del país, cuyos efectos positivos aún perduran.

Desgraciadamente, John solo pudo disfrutar del éxito de sus empeños unos pocos años más. El y su esposa fallecieron en un accidente en Estados Unidos durante un viaje en familia. Su hijo Alex es en la actualidad un distinguido empresario y consultor en turismo y me enorgullece que sea también uno de los mejores amigos de mi hijo Gabriel.

Otro gran peruano, en el sector turístico costarricense, fue Jorge Figueroa. Empresario gastronómico y abogado, una persona muy vital y simpática. Era casado con la hija de una de mis más apreciadas amigas de Costa Rica, mi antigua compañera de trabajo en el Instituto Costarricense de Turismo y en LACSA, además de ex ministra de Turismo, María Amalia Revelo.

Jorge junto con su familia Figueroa trajeron a Costa Rica las delicias de la alta cocina peruana. Como presidente de la Cámara Costarricense de Restaurantes, CACORE, junto a otro amigo, Alfredo Echeverría Mejía, inició un creativo proyecto para convertir a Costa Rica en un destino turístico gastronómico de la más alta calidad. Lamentablemente, un cruel cáncer contra el que luchó de un modo admirable lo atacó siendo aún muy joven y falleció hace poco. No obstante, el proyecto que creó fue heredado a su esposa Felicia Martí Revelo y sus hijos y sigue creciendo y siendo un importante legado del vínculo peruano costarricense.

Homenaje a mi padre, el profesor Carlos Lizama Poblete, en el 40 aniversario de su fallecimiento, en la Escuela Industrial de Valparaíso, en el año 2000. En la foto me encuentro entre mi amigo Tito y el pintor peruano Gino Ceccarelli. Nos acompañan también un poeta alsaciano y un gestor cultural amigo. Ceccarelli me regalo este óleo de mi padre basado en un una réplica del retrato que le pintó el artista José Caracci en el año 1930.

Por último, otro de los amigos peruanos que conocí en Chile y que no puedo dejar de mencionar, es al pintor de la Amazonia peruana, como se le identifica en Europa, Gino Ceccarelli. Ceccarelli, quien nació en el Amazonas en 1960, tiene una enorme producción pictórica basada en sus viajes por las selvas y ríos amazónicos, así como en la vida de sus poblaciones indígenas, sus mágicas leyendas, historias, creencias y ritos. Siendo la Amazonia un territorio vital para toda la Humanidad, repartida entre varios países, como Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y las Guayanas, esta visión artística de Gino es un elocuente llamado al mundo de urgencia, para proteger su rica biodiversidad y la vida de las poblaciones que la habitan.

Habiendo vivido la mayor parte de mi vida en un país de cultura tan ecológica y respetuosa de la naturaleza, como lo es Costa Rica, la lucha que dan peruanos como Gino Cecarelli, y millones de persona en todo el mundo por salvar la Amazonia de los graves peligros que la amenazan, me parece una de las mejores causas que pueden asumirse, ya que está íntimamente ligada a la sobrevivencia del planeta. Precisamente, la primera vez que fui invitado a la Universidad de Iquitos en la Amazonia, a dictar una conferencia inaugural de su primer año académico, el motivo fue porque querían escuchar y conocer la experiencia del desarrollo turístico de Costa Rica, inspirado en la sostenibilidad y la protección del medio ambiente.