Algunas de las experiencias más curiosas en mi vida se han dado debido al acento o entonación que tengo al hablar. Cualquier persona que me escucha, se da cuenta de inmediato que soy chileno. No obstante, con mis 79 años, resulta que he vivido más de la mitad de ellos en Costa Rica (donde llegué por primera vez hace 47 años). Me parece que soy un caso raro, ya que muchos amigos con experiencias parecidas a la mía asimilaron rápidamente el acento o la forma de hablar el idioma español de sus patrias adoptivas. Incluso, mi propia esposa, Marie Jeanne Oliger Salvatierra (1951-2003), fue un buen ejemplo de ello, ya que, al poco tiempo de llegar a Costa Rica, hablaba como “tica”. Más de una persona le preguntaba extrañado porqué y cómo se había enamorado y casado con un chileno.
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Este 27 de septiembre de 2020, en el marco del “Día Mundial del Turismo”, y cuando recordábamos la fundación de la Organización Mundial del Turismo (OMT), recibí una muy triste noticia. Falleció uno de mis amigos más apreciados en la vida, Ricardo Anzola Betancourt.
Para los hijos, las madres son siempre reinas. La tradición matriarcal, ha sido fuerte en mi vida. Mi padre, Carlos Alberto Lizama Poblete (1906-1960), quien murió a los 54 años, me transmitió este sentido matriarcal cuando hablaba con emoción de su madre, mi abuelita, Juanita de Dios Poblete Zapata de Lizama. No la conocí, ya que falleció en el año 1942, el mismo de mi nacimiento. En la rama materna, mi abuela, Teresa Grebe de Hernández, que vivió más de cien años, fue durante muchas décadas, el centro aglutinador de centenares de familiares, que sentían en ella el tronco común.