Desde hace muchos siglos los padres y madres les han recomendado a sus hijos apartarse de las malas juntas y buscar las buenas. Se trata de un consejo milenario que lo encontramos, con algunas diferencias de redacción, en textos tan antiguos como la Biblia y otros libros clásicos, religiosos o de filosofía moral aplicables a la vida familiar, la política o los negocios.
Las “juntas” en un sentido amplio y actual son reuniones esporádicas o institucionalizadas con las que se busca sumar inteligencias, conocimientos, experiencias, intereses, visiones profesionales o sectoriales para enriquecer y hacer más sabias las decisiones.
La tendencia universal en las grandes empresas, públicas o privadas, es que los órganos superiores de análisis y decisión estén a cargo de juntas o consejos directivos, integrados por personas de mucho prestigio y conocimientos en las materias que competen a la entidad.
Otra razón, no menos importante, tiene que ver con reducir los riesgos del abuso del poder y las tentaciones de la corrupción, que afectan en mayor medida cuando las decisiones están en muy pocas manos.
Por eso me llamó la atención la recomendación de la Comisión de Notables, de “eliminar las juntas directivas” de las instituciones autónomas o no autónomas de la administración pública costarricense.
Personalmente, comparto la idea de que es necesario eliminar algunas juntas u “órganos colegiados”, como también se les llama, por cuanto a lo largo de los años se han exagerado, creándose una verdadera jungla administrativa, no solo de juntas sino incluso de instituciones y entes administrativos que duplican y triplican el tamaño del Estado porque tienen competencias coincidentes.
Por ejemplo, ¿qué sentido tiene tener tres bancos comerciales estatales, haciendo exactamente lo mismo? ¿No sería mucho mejor diferenciarlos y especializarlos? Uno podría ser el banco de las pymes, otro el de la agricultura y el tercero puramente comercial. Como este ejemplo de los bancos podríamos hacer una lista larga de duplicidades innecesarias, que hacen burocrático e ineficiente al Estado. En síntesis, las juntas directivas son solo la punta del iceberg, ya que en muchos casos es el ente entero o la función asignada, lo que está sobrando.
Sin embargo, no parece razonable eliminar juntas directivas en instituciones que por su naturaleza manejan temas o áreas de gran complejidad, en las que las decisiones deben estar imbuidas de la mayor sabiduría, experiencia y conocimientos posibles. Los temas de más impacto estratégico requieren compatibilizar visiones interprofesionales e intersectoriales, que es muy difícil, por no decir imposible, que un solo jerarca institucional pueda reunir en su perfil y trayectoria individual.
Un ejemplo interesante a este respecto, se da en el Consejo Técnico de Aviación Civil (CETAC), que por su Ley constitutiva, tiene una muy equilibrada composición interprofesional e intersectorial en su Junta Directiva: Un representante del Colegio de Abogados, uno del de Ingenieros, otro del de Licenciados en Ciencias Económicas, uno de los Técnicos Aeronáuticos, uno de la Unión de Cámaras (UCCAEP) y uno del sector turismo, con la presidencia a cargo del ministro o viceministro de Transportes.
Otro caso que podría servir de ejemplo, es la composición de la Junta Directiva del INA. Esta composición se originó en una visión superior de la sociedad, solidaria entre el capital y el trabajo, impulsada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el período posterior a la II Guerra Mundial. La idea era sustituir la tradicional lucha de clases por una relación de cooperación.
El INA, como sus instituciones hermanas en el resto del mundo, tiene un órgano directivo tripartito, en el que en igualdad de número hay tres representantes del sector empresarial, tres del sector social (sindical, cooperativo y solidarista) y tres del Poder Ejecutivo. El prestigio y cariño que esta institución se ha ganado en Costa Rica tiene mucho que ver con esta ejemplar estructura de su Junta Directiva. La paz social del país y la gobernabilidad se fortalecerían mucho si este mismo modelo se aplicara a otras instituciones del Estado.
En síntesis, la recomendación de los notables debe ser acogida con la mayor prudencia e inteligencia. Eliminando las que están duplicando labores innecesariamente, las que manejan temas de poca complejidad e importancia, las que corresponden a entidades o instituciones, que también están sobrando; pero fortaleciendo y depurando aquellas donde una visión integradora y colegiada es un factor estratégico de éxito, y en las que se requiere un manejo profesional y despolitizado.
Lo fundamental es que en cada nombramiento de jerarcas unipersonales o de miembros de Juntas Directivas se elija siempre a los mejores, como nos aconsejan los sabios de la antigüedad, nuestros padres y antepasados.
Consultor y Miembro de Juntas Directivas.
Publicado en el Diario Extra, el lunes 19 de agosto de 2013.
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