“Los viajes en la juventud son parte de la educación y, en la vejez, parte de la experiencia.”

Sir Francis Bacon. Filósofo y político inglés. (1561-1626)

Prólogo

El presente escrito tiene por finalidad reseñar las primeras etapas que ha tenido la enseñanza de carreras relacionadas con el turismo, así como los programas de formación profesional en Costa Rica, dejando constancia de las personas que han aportado con su trabajo educativo y organizativo a cada una de ellas.

Para estos efectos, el concepto de turismo abarca todas las actividades que forman parte del sector, como la hotelería, gastronomía, repostería y panadería, los servicios turísticos en general, la animación turística, la planificación, marketing y desarrollo de destinos turísticos y así como también actividades que, aunque se ubican en otros sectores, tienen gran impacto en el desarrollo del turismo, como lo son el cuido y promoción del patrimonio natural y cultural del país.

El autor ha tenido participación directa o indirecta en algunas de estas etapas, por lo que su testimonio se puede considerar fuente primaria al respecto.

Parte primera: La época del desarrollo informal del turismo

La enseñanza de programas o carreras profesionales y técnicas para el sector turismo se inició en Costa Rica en los años 70, con los primeros programas del Instituto Nacional de Aprendizaje, el INA, en el año 1974, los del Colegio Universitario de Cartago, el CUC, en 1978, y los de la Universidad Autónoma de Centroamérica, la UACA, en 1980. Sin embargo, con anterioridad ya había habido algunos antecedentes que sirvieron de fundamento a estos primeros esfuerzos institucionales.

En las décadas previas, la formación de recursos humanos para el sector turismo se daba con mucha precariedad en las mismas empresas, la “universidad de la vida”, como eufemísticamente se le llamaba, por medio de la acumulación de experiencias mediante un aprendizaje sin ninguna metodología didáctica.

En las posiciones gerenciales, los dueños eran a la vez los principales gerentes y en su vejez les heredaban esas posiciones a sus hijos. Esta modalidad era considerada lo normal, tanto en Costa Rica, como en el resto de Centroamérica, donde tampoco había conciencia acerca del potencial turístico de la región.

Cuando se construía un hotel de tamaño o nivel de calidad más sofisticado, los dueños buscaban gerentes traídos del exterior, como ocurrió en el año 1930 con el “Gran Hotel Costa Rica”, cuando su fundador y propietario, el Dr. Luis Paulino Jiménez Ortiz, contrató como primer gerente al norteamericano Carlos Balser.

En los hoteles y restaurantes de mayor calidad, muchos de sus dueños eran europeos, generalmente formados como chefs, y que con el correr del tiempo se integraban al país, con sus respectivas familias. A inicios del siglo 20, la familia Ventura, con el “Hotel Europa”, procedente de España, tuvo un importante aporte tanto en hotelería como en la gastronomía.

Después de la Segunda Guerra Mundial, llegaron más europeos de origen francés, belga, españoles y, en los años 60s, se dio una notable inmigración de holandeses. Todos ellos contribuyeron al desarrollo de una incipiente industria hotelera y gastronómica en una Costa Rica, todavía muy rural y provinciana.

Como dato anecdótico curioso, cabe recordar que el famoso plato “filet mignon”, muy apetecido por los costarricenses, fue introducido por el chef holandés Cornelius Jaspers, desde su establecimiento “La Holand House”, a inicios de los años sesenta. En el campo gastronómico, debe destacarse la introducción de las comidas afrocaribeñas llegadas a la costa de Limón con los inmigrantes jamaiquinos. Asimismo, la construcción del ferrocarril provocó una importante migración italiana y china que también aportaron su cocina desde fines del siglo 19.

Parte segunda: Inicios de la planificación del desarrollo turístico centroamericano

La situación empezó a cambiar desde mediados de la década de los años 60, como consecuencia del auge que estaba teniendo el “Mercado Común Centroamericano”.

Este Mercado Común era visto con optimismo, a lo interno de la región y curiosidad a nivel internacional. Había importantes analistas que lo ponían como ejemplo para el resto de América Latina y que llegaban a compararlo positivamente con el Mercado Común Europeo, que en esos años estaba también, en fases iniciales.

En sus primeros pasos los mayores esfuerzos se habían orientado dentro de una filosofía económica, impulsada por la “Comisión Económica de América Latina”, la CEPAL, que impulsaba un rápido desarrollo industrial, de sustitución de importaciones.

Se trataba de romper el “círculo vicioso” de la pobreza, de ser países exportadores de productos primarios baratos, con poco valor agregado y con precios cada vez más bajos, y a la vez ser países importadores de productos industriales cada vez más caros. En los primeros años, esa estrategia desarrollista fue exitosa y, en toda Centroamérica, se crearon muy variadas industrias que producían bienes que antes se importaban de otras regiones del mundo.

A mediados de esa década, la CEPAL, dirigida por el economista uruguayo Enrique Iglesias, desde su sede de Santiago de Chile, hizo una evaluación del proceso de integración alcanzado y formuló varias recomendaciones. Algunas orientadas a desarrollar nuevas actividades productivas, no necesariamente industriales, siendo la más novedosa la de identificar al turismo como un sector de gran potencial para la región.

Como consecuencia de esa recomendación, el Banco Centroamericano de Integración Económica, el BCIE, con recursos proporcionados por la Oficina Regional para Centroamérica y Panamá, ROCAP, una agencia subsidiaria de la AID de los Estados Unidos contrató un macro estudio sobre las potencialidades de cada país, para desarrollarse como un destino de turismo internacional.

Ese estudio fue encargado a la que en esos años se consideraba la mejor Consultora de España, TECNIBERIA, que culminó con un verdadero Plan de Desarrollo Turístico, muy completo, para toda Centroamérica. El estudio fue entregado por el ministro de Información y Turismo de España, don Manuel de Fraga Iribarne (1922-2012), a los gobiernos de la región al final de los años sesenta, considerándose como el comienzo de la planificación turística de Centroamérica.

El estudio de TECNIBERIA estuvo influenciado por el modelo de integración económica que dominaba en los altos niveles de los gobiernos de la época, en el sentido de que se buscaba que cada país pudiera tener un tipo de producto turístico diferenciado. Para que el conjunto de la región se complementará entre sí, en lugar de competir con productos iguales, unos contra otros, por los mismos mercados.

Fue así como a Panamá se la orientaba hacia el turismo de negocios y de congresos y eventos. A Costa Rica hacia el turismo de sol y playa, mediante un gran polo turístico en la costa norte del pacífico guanacasteco, en Bahía Culebra, actual Golfo de Papagayo. A Nicaragua se la orientó hacia un turismo de carácter lacustre en el gran Lago Nicaragua y sus isletas, además de la Isla del Maíz en la costa Atlántica.

A Honduras se la orientó hacia la explotación de los deportes acuáticos en la costa de Tela y la Isla de Roatán. A El Salvador se le recomendó el turismo de deportes náuticos y la explotación de sus volcanes activos y a Guatemala hacia el turismo cultural basado en su rico patrimonio precolombino y colonial.

Dentro de este macro plan, había un capítulo importante dedicado al tema de los recursos humanos, en lo que la región entera tenía una gran debilidad. Para ello, se proponía la creación de un “Hotel-Escuela para Centroamérica”.

En esa época, fines de los años 60, se estaban implementado en España varios hoteles escuelas, por medio del Programa de Promoción de la Formación Profesional Obrera, conocido como el PPO, que era la institución encargada de la formación para el trabajo del gobierno de ese país. Para todo el plan, había recursos financieros cuantiosos comprometidos por medio del BCIE, el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, y el ROCAP-AID. En particular, para el hotel-escuela había también un monto de crédito blando para ejecutarlo.

El gobierno español estaba muy orgulloso de la calidad de este plan elaborado por TECNIBERIA y lo utilizaba como su “carta de presentación” para promover más consultorías similares en todo el continente. Gracias a ello, yo tuve la oportunidad de conocerlo en una presentación que se nos hizo a todos los directores nacionales y ministros de Turismo de las Américas en Madrid, a inicios del año 1971, ocasión en la que yo concurrí en representación del gobierno de Chile. La persona que nos atendió en TECNIBERIA fue Francisco Menor Monasterio, que había sido el más directo colaborador del ministro Fraga Iribarne, y con quien he mantenido hasta el presente una muy buena relación de amistad y cooperación entre España e Iberoamérica.

Curiosamente, a pesar del gran respaldo que tenía este plan, de parte de gobiernos y organismos internacionales, su implementación fue muy tímida y casi inexistente en los primeros años.

En Costa Rica, recién a partir del año 1974, y por especial interés del presidente de la República, don Daniel Oduber Quirós (1921-1991), se le dio el inicio en su primera fase al Proyecto de Bahía Culebra, al que poco tiempo después se rebautizó como de “Golfo Papagayo”.

Esta primera fase consistió en contratar, mediante licitación pública y préstamo de preinversión en el BCIE, la elaboración del Plan Maestro del Proyecto.

La visión del presidente Oduber respecto del futuro turístico de Guanacaste, lo llevó a complementar estas acciones con la adquisición de los terrenos y la habilitación de la pista de aterrizaje de lo que ahora es el segundo Aeropuerto Internacional de Costa Rica en Liberia, el que muy merecidamente lleva su nombre.

Para dar seguimiento al proyecto, se constituyó dentro del Instituto Costarricense de Turismo, ICT, una Oficina ejecutora a cargo del Arq. Javier Bolaños Quezada. También, se creó una Dirección de Planificación Turística a cargo de los arquitectos Álvaro Castro y Carlos Hernán Segura, la que recibió asistencia técnica de la División de Turismo de la Organización de Estados Americanos, OEA, a cargo del arquitecto colombiano Ricardo Anzola Betancourt, para elaborar los primeros Planes de Desarrollo Turístico del país. Asimismo, se creó una Dirección de Inversiones para asesorar a los inversionistas privados en proyectos turísticos, a cargo del Ing. Miguel Valenzuela Jiménez.

Bajo la dirección de Ricardo Anzola Betancourt, la OEA impulsó actividades de apoyo en capacitación turística de alto nivel, por medio del Centro Interamericano de Capacitación Turística, el CICATUR. Costa Rica fue el país más beneficiado de esos cursos de Planificación Económica y Regional de Desarrollo del Turismo, impartidos por expertos como Xavier Martini, Eduardo Pantano, Mateo Esnaola, Rafael Trejos, entre otros. En Marketing Turístico, tuvimos al maestro Miguel Acerenza, el más prolífico y prestigioso autor de esa temática en Latinoamérica.

Al crearse el Centro Internacional de Estudios Superiores de Turismo, CIEST, por parte de la Organización Mundial de Turismo, la OMT, fuimos también el país de Latinoamérica que más becarios y graduados pudo obtener.

Es importante destacar el apoyo que tuvimos de parte de las máximas autoridades del ICT, encabezadas por el entonces presidente ejecutivo, Enrique Odio Soto, que aceptaron una propuesta mía de asignar una importante cantidad de boletos aéreos internacionales de la cuota que la institución tenía como accionista de la Línea Aérea Nacional, LACSA, para traer al país a profesores extranjeros y para enviar a jóvenes costarricenses a cursar estudios o realizar pasantías en el exterior, principalmente en USA y en México.

Cuando se aprobó la “Ley de Incentivos al Desarrollo Turístico” en 1985, pudimos ampliar esta labor con boletos aéreos a otros países de América y de Europa. Gracias a ello, varios centenares de jóvenes profesionales costarricenses, que posteriormente se convirtieron en exitosos empresarios, pudieron beneficiarse de esas becas.

Parte tercera: El proyecto del Hotel-Escuela y la participación del INA y el ICT

El presidente Daniel Oduber había asumido la Presidencia de la República en el mes de mayo de 1974, y una de sus primeras decisiones fue nombrar en la presidencia ejecutiva del INA, a don Danilo Jiménez Veiga (1921-1996).

Don Danilo, en esos años, era el principal promotor y líder de la Formación Profesional en América Latina. Era un destacado experto de la Organización Internacional del Trabajo, la OIT, en la que, como director para América Latina de esa Organización, había promovido la creación del Centro Interamericano para la Formación Profesional, el CINTERFOR, instalado en Montevideo-Uruguay. Desde esa alta posición, había impulsado la creación de varias instituciones nacionales en cada país, dedicadas a la formación profesional, entre ellas, el INA de Costa Rica, fundado en 1965.

Don Danilo traía entre sus iniciativas incluir programas de Formación Profesional en Turismo dentro de la institución, lo que ya se había iniciado en instituciones similares de otros países, como Brasil, Colombia, Chile, Perú y Uruguay. Coincidentemente, yo había llegado como exiliado a Costa Rica, en el mes de marzo de ese mismo año y había tenido la oportunidad de conocer al presidente Daniel Oduber, dos meses antes de que asumiera el cargo, en un evento en Guanacaste, la inauguración del “Hotel Tamarindo Diriá”, el primer hotel turístico moderno de playa en esa región del país.

Al presidente Oduber le llamó la atención mi experiencia previa en Chile, como director nacional de Turismo y mi participación en los primeros programas de Formación Profesional Hotelera y Gastronómica en el Instituto Nacional de Capacitación de Chile, el INACAP, que era una institución similar al INA de Costa Rica.

En el mes de febrero de 1971, yo había firmado un convenio de cooperación entre la dirección de Turismo, el INACAP y la misión técnica en hotelería y gastronomía gestionada con el gobierno suizo. Asimismo, por iniciativa del presidente Salvador Allende se le había dado al INACAP un restaurante escuela construido por la CORFO, lo que permitió iniciar este programa en forma inmediata.

El presidente de la República, una vez asumido el cargo, le recomendó a don Danilo y al presidente ejecutivo del ICT, don Carlos Lara Hine, que me contactaran para hacerme cargo del proyecto del Hotel Escuela Centroamericano, que él quería que se localizara en Costa Rica. En esos meses yo estaba dirigiendo una empresa privada de turismo de aventura y tenía previsto trasladarme a España, donde tenía una oferta de trabajo como docente investigador del Instituto de Estudios Turísticos de ese país.

Sin embargo, tanto don Danilo, como otros amigos costarricenses me convencieron con mucha vehemencia y afecto de quedarme en Costa Rica, haciéndome cargo del proyecto del Hotel Escuela Centroamericano. La idea requería que previamente los demás gobiernos de Centroamérica aceptaran que Costa Rica tuviera la sede y que los estudios de prefactibilidad y factibilidad demostraran su viabilidad para los efectos de obtener el financiamiento ante el Banco encargado, que era el BCIE.

De esta manera, en el mes de septiembre del año 1974, fui contratado como consultor del proyecto por parte del ICT, aunque la finalidad era que el Hotel-Escuela fuese administrado y dirigido por el INA. En paralelo, el INA, por intermedio de su subgerente, don Fernando Trejos Solórzano, gestionaba asistencia técnica de parte de la OIT y del Gobierno Español.

En los primeros meses había que determinar la eventual localización y elaborar un estudio preliminar o de prefactibilidad para iniciar gestiones ante el BCIE y los demás gobiernos de la región. Para estos efectos, en la Presidencia de la República se me dio el apoyo de dos jóvenes economistas, Felipe Calvo y Héctor Cruz, quienes trabajaban con el vicepresidente el Dr. Carlos Manuel Castillo (1928-1999). También, recibí la colaboración del director del Banco en Costa Rica, don Agustín Gutiérrez Chamberlain, y de la economista, también del BCIE, María Aminta Quirce.

El ICT contaba con dos terrenos que fueron evaluados, uno muy hermoso en Orosi, donde ahora hay un Mirador y otro en el centro de San José, cerca de la Corte Suprema de Justicia, en el barrio González Lahmann. Este último había sido adquirido por el ICT para los efectos de construir allí su sede corporativa, ya que en esa época alquilaba varios locales bastante inadecuados en diversos puntos de la ciudad.

Un primer y grave obstáculo fue que los gobiernos de los demás países no estuvieron de acuerdo con la pretensión de tener la sede del Hotel-Escuela en Costa Rica, pero tampoco ofrecían un proyecto alternativo. Era una oposición como la del “perro del hortelano”, que no dejaba avanzar para ningún lado. Ante este obstáculo don Danilo Jiménez y el gobierno de Costa Rica decidieron que el proyecto lo iba a hacer Costa Rica, como iniciativa propia unilateral. Este inconveniente demoró las gestiones que hubo que reiniciarlas con algunos cambios, debido a que, el financiamiento ya no era para un proyecto regional, sino que para un proyecto únicamente nacional.

En el verano de 1975 se nos unieron al proyecto un experto de la OIT, el señor Serge Delpech y un experto español, el señor Daniel Morote. Delpech, de nacionalidad francesa, era el experto de mayor calificación en hotelería y gastronomía de la OIT, con una trayectoria muy exitosa de consultorías en Europa, África y Medio Oriente. Morote, era el director del principal Hotel Escuela que el PPO tenía en España, en Marbella. Por parte del INA la subgerencia designó a uno de sus funcionarios del área de Comercio y Servicios, don Edgar Bailey McCloud, quién además de formar parte del equipo, tenía la tarea de organizar una unidad de formación profesional especializada en turismo. Para coordinar todas las actividades se creó una comisión tripartita, entre el INA, el ICT y la Asociación Costarricense de Hoteles y Afines, la ACHA, que entonces era la principal organización representativa del empresariado turístico del país. Esa Comisión se transformó unos años después en el actual Comité de Enlace del Sector Turismo con el INA.

Como parte del trabajo necesario para justificar la toma de decisiones, se realizó un censo a todas las actividades existentes en Costa Rica relacionadas o potencialmente relacionadas con el turismo, para medir su cantidad, características, recursos humanos, necesidades de formación y competencias profesionales que debían ser objeto de programas de formación profesional. Este censo fue muy completo, ya que abarcó todas las regiones, incluidos los lugares más remotos y aislados. Para mí, que tenía apenas tres años de haber llegado a Costa Rica, fue una experiencia muy enriquecedora e inolvidable, que me permitió conocer el país en todas sus dimensiones geográficas y humanas.

Curiosamente, el enfoque orientado hacia un modelo de enseñanza tipo “Hotel-Escuela”, empezó a verse cuestionado a medida que avanzaban los estudios y la información disponible. El propio director del Hotel Escuela de Marbella nos hizo un análisis muy objetivo y autocrítico de las ventajas y desventajas de ese modelo, siendo más fuertes las de carácter negativo. El mayor problema tenía que ver con el predominio que tenía lo comercial por sobre lo académico, ya que se esperaba que estos establecimientos tuvieran la capacidad de ser autosustentables, rentables por sí solos, lo que en la práctica no era posible. Esta situación se hacía más dramática en hoteles escuelas ubicados en zonas turísticas, en las que la estacionalidad era muy marcada, y en los que, durante la temporada baja, que era muy prolongada, no había demanda ni ingresos económicos posibles. La única solución que recomendaba era que los nuevos hoteles escuelas se ubicaran en ciudades grandes, donde hubiera un fuerte mercado de pasajeros de negocios, estable durante todo el año. Por su parte Delpech, planteaba que dentro del sector turismo, el subsector de mayor tamaño y de mayor demanda potencial de empleos, era el gastronómico y que en esa línea deberían concentrarse los esfuerzos e inversiones. De hecho, Delpech diseñó, con mucho detalle cómo deberían construirse y equiparse las “Cocinas-Laboratorio” del INA, con un modelo que no difiere mucho del que se sigue aplicando en la actualidad. En ese diseño colaboraron muy entusiastamente don Ángel Nieto, que en esa época era el principal importador de equipos de cocinas industriales que había en el país y don Hans Van der Wielen, un chef holandés propietario del Hotel Amstel.

La propuesta de Morote, de un Hotel Escuela en una gran ciudad, solo era posible si se localizaba en San José. En ello había coincidencia con los resultados de los estudios de prefactibilidad que descartaban la posibilidad de ubicarlo en Orosi. El análisis de mercado demostraba que en esos años el tipo o perfil de los turistas que visitaban el país, lo hacían por un periodo muy breve, de unos dos a cuatro días solamente. Solo se alojaban en hoteles de la ciudad de San José y efectuaban dos a tres tours, que eran el City Tour diurno de la ciudad capital, el Night Tour y la excursión de un día a la Basílica de la Virgen de Los Ángeles de Cartago, que también incluía las ruinas de Ujarrás, la Misión de Orosi, el volcán Irazú y un almuerzo típico en Río Palomo. Esta estadía en Costa Rica era parte de lo que se llamaba el “Circuito de Centroamérica”, que incluía una visita similar a cada uno de los países de la región. Por ello, no se consideraba viable un Hotel-Escuela, fuera del área metropolitana. Los pocos hoteles que había en las regiones más periféricas, como Puntarenas, Guanacaste o Limón eran básicamente para viajeros por motivos de trabajo o turismo doméstico en época de vacaciones.

La propuesta de Morote, que parecía la única económicamente factible, no duró mucho vigente. Los empresarios, representados por la ACHA, rechazaron abruptamente la posibilidad de un Hotel Escuela en San José. Para ellos era inaceptable un hotel de propiedad del gobierno en San José, por considerarlo una “competencia desleal”, aunque su finalidad fuese educativa. Confieso que al inicio no entendí esa oposición porque yo venía de Sudamérica, donde era muy normal que el Estado fuese dueño de los hoteles más importantes, aunque sus explotaciones se las entregaban a cadenas hoteleras nacionales o internacionales. De hecho, así ocurría también en Centroamérica, excepto en Costa Rica. Mi amistad con hoteleros locales como los hermanos Carlos y Manuel Ventura que lideraban la ACHA, con su director ejecutivo don Guillermo Castro Echeverría y con don Juan Amighetti, que había sido su primer director ejecutivo, me permitió comprender la idiosincrasia costarricense en esta materia. Los hoteleros ticos eran muy celosos en materia de que la actividad turística debería ser eminentemente privada y que el rol del Estado debía limitarse exclusivamente a la promoción del país y a la regulación de estas actividades, pero sin que hubiera empresas estatales de turismo compitiendo con las privadas. Tampoco veían con buenos ojos la intromisión de grandes cadenas hoteleras extranjeras y por ello habían dado, algunos años antes, una fuerte lucha por evitar que la cadena hotelera Intercontinental, subsidiaria de Panamerican Airways, construyera un Hotel en San José, teniendo como socio al gobierno. Fue así como, a pesar de que yo ya tenía la aprobación de las principales autoridades del ICT para disponer del terreno de Barrio González Lahmann, cerca de la Corte Suprema de Justicia, para el proyecto del Hotel Escuela, nos vimos en la imposibilidad de continuarlo.

Posteriormente un distinguido empresario, el Arq. Rafael Sotela, que me había conocido en estos afanes, me planteo la posibilidad que el ICT adquiriera un hotel de su propiedad, el “Hotel Cristal”, ubicado en La Uruca, a menos de 1km. de la principal sede del INA. El precio era muy conveniente, ya que era casi un 50 % inferior a lo que habría costado la construcción de un edificio nuevo. Inicialmente logramos un ambiente favorable tanto en el INA, como en el ICT y la ACHA, con el compromiso de que no iba a ser un Hotel-Escuela, sino que una Escuela de Hotelería con un “Restaurante-Escuela”. La idea del “Restaurante-Escuela” no era vista por los empresarios como competencia desleal del Estado, lo que facilitaba la negociación. Lamentablemente, esta negociación se dio cuando ya había indicios del inicio de los conflictos político-militares de Centroamérica, que pronosticaban un futuro de riesgo para la industria turística y sobre todo hotelera. Como consecuencia de ese ambiente, la Junta Directiva del ICT no autorizó la contratación del préstamo para la adquisición del Hotel Cristal. Este fue el último capítulo o fase del proyecto del Hotel-Escuela.

Parte cuarta: Los programas de formación profesional turística en el INA

Aunque el proyecto del Hotel Escuela resultó fallido, como se explicó en el capítulo anterior, los programas de formación profesional en Turismo, Hotelería y Gastronomía del INA, a los que algunos años después se agregaron los de Panadería, se iniciaron desde el comienzo de la presidencia ejecutiva de don Danilo Jiménez Veiga y de uno de sus colaboradores más directos, como el subgerente, don Fernando Trejos Solórzano.

En los inicios no se contaba con personal especializado, como instructores, ni una sede con equipo adecuado, por lo que se fue avanzando con los pocos recursos accesibles. El primer encargado de la futura unidad fue don Edgar Bailey McCloud, quién asumió esas funciones a inicios del año 1975.

Aunque no había instructores especializados en formación profesional hotelera, se dio la feliz coincidencia de que en el Hotel Irazú laboraban como Gerente de Operaciones y Gerente de Alimentos y Bebidas, dos ex instructores del Instituto Nacional de Capacitación, INACAP, de Chile, los señores René Jablonka y Luigi Rebechi. Ambos conocían la metodología de la formación profesional, ya que habían sido becados por el INACAP para especializarse en la sede que la OIT tenía en Torino, Italia. Gracias al apoyo de los señores Jablonka y Rebechi, se pudo elaborar los primeros manuales para temas como Control de Alimentos y Bebidas, Recepción Hotelera, Servicio de Restaurantes y Ama de Llaves.

El propietario del hotel, don Bernardo Monje Otárola, veía con simpatía esta colaboración “ad honorem” y permitió que los primeros cursos se impartieran por parte de ellos en las mismas instalaciones del Hotel Irazú. Otro empresario hotelero, don Hans Van de Wielen, proveniente de Holanda, propietario del Hotel Amstel San José, también brindó su colaboración gratuita, impartiendo el mismo los primeros cursos de cocina en sus propias instalaciones.

En el Hotel Royal Dutch, el gerente propietario, don Ben Demer, también holandés, era a la vez un maestro que disfrutaba capacitando a sus colaboradores. Uno de ellos, el Maître don Karl Miur, era considerado uno de los mejores del país en esa especialidad. Karl descubrió que tenía una enorme vocación y aptitudes para la enseñanza y no dudo en cambiar su promisoria carrera hotelera por la de instructor del INA, convirtiéndose en el primero que tuvo la institución en su planilla. Precisamente por ello, la sede actual del “Restaurante Escuela”, en el CENETUR, lleva su nombre, en recuerdo a su memoria y a la valiosa labor que realizó capacitando a muchas generaciones.

En los años siguientes, se mantuvo muy activa la alianza entre el INA, el ICT y ACHA. Como aporte a esa alianza, y en sustitución del proyecto del Hotel-Escuela, el ICT asumió la responsabilidad de financiar una sede para los primeros programas de formación profesional en Turismo del INA, alquilando una excelente propiedad en el Paseo Colón, donde actualmente se ubica una de las sucursales del Banco Popular, frente al actual edificio de la Junta Directiva del INA. Esa casa, de propiedad de la familia Montealegre, tenía las mejores condiciones, por su gran tamaño y buena ubicación, tenía también características de patrimonio histórico-arquitectónico.

Esa primera sede fue llamada el “Centro Nacional de Formación Profesional en Hotelería, Gastronomía y Turismo del INA”, más conocido como CENFHOTUR. El equipamiento técnico de esa sede se obtuvo también con una donación del ICT, con la que se adquirieron los equipos importados, principalmente para la cocina y restaurante-laboratorio. Para asegurar la máxima transparencia en el uso de esta donación y la mejor optimización, viajaron a Miami, para seleccionar y adquirir los equipos una delegación tripartita de especialistas.

Por el ICT, el inspector y profesional en turismo, don Guillermo Quezada, por el INA, el encargado del área gastronómica, Ernesto Crawford, y por la ACHA, don Hans Van de Wielen y don Jaime Sotela. Un hecho posterior anecdótico es que don Guillermo Quezada se trasladó al INA, donde ha realizado una carrera profesional muy meritoria, desempeñándose en la actualidad en la regional de la Zona Norte.

Posteriormente, asumió la coordinación por parte del INA, don Manuel Arce Gutiérrez. Don Manuel era un experto en hotelería, graduado en una de las mejores escuelas de hotelería de Suiza y que contaba además con una Maestría en Turismo en la prestigiosa Universidad de Surrey en Inglaterra. Como el INA no tenía en su planta permanente un puesto para un profesional con tan altas competencias, fue contratado como consultor por el Banco Central de Costa Rica asignando sus servicios al INA. A don Manuel le tocó, entre otras responsabilidades, la puesta en marcha del CENFHOTUR en el Paseo Colón.

Parte quinta: Los primeros Cursos de Guías de Turismo del INA

Un hecho relevante de esta etapa fue la realización del primer Curso de Guías de Turismo del INA. El origen de este curso y de la regulación profesional de los Guías de Turismo se remontaba a algunos años antes, cuando el entonces diputado por Cartago, don José Miguel Corrales Bolaños, período 1974-78, obtuvo que se aprobara una modificación a la Ley Orgánica del ICT, estableciendo la obligación del ICT de regular esa profesión, certificar a los que la ejercían y a establecer los cursos de formación profesional requeridos.

Algunos años después, el diputado, también por Cartago, don Ángel Edmundo Solano, período 1978-82, le solicitó al presidente ejecutivo del ICT, don Enrique Odio Soto, que pusiera en aplicación la ley aprobada, ya que había muchas críticas respecto de la calidad de la información que se brindaba a los turistas. Don Enrique me encomendó el problema, para lo cual, en conjunto con los propios Guías de Turismo de la época, asumimos la tarea de elaborar un primer reglamento de esta profesión y a diseñar lo que sería el curso que se debía impartir. Mediante el reglamento, establecimos que el ICT delegaba la función docente en el INA, aunque sin renunciar a la competencia que la ley le asignaba.

Respecto de la Certificación Profesional habilitante para ejercer esas funciones, ambas instituciones, el INA y el ICT, tenían igual competencia. El INA porque su ley orgánica lo designa como el rector de la formación profesional en el país y el ICT por su competencia especial sobre los Guías de Turismo. Como no había profesores ni instructores sobre estos temas en el INA, con una donación del ICT, se asignó un monto para contratar a los mejores especialistas en los diversos temas del Plan de Estudios. De ese modo, en los temas relacionados con el Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de Costa Rica pudimos contar con los más eminentes académicos del país y en los temas turísticos, asumimos esas funciones los propios organizadores del curso. Estos cursos se siguieron impartiendo con esa modalidad por algunos años, hasta que el INA tuvo una plantilla propia de instructores.

Un hecho anecdótico importante derivado del primer curso de Guías de Turismo fue que, como consecuencia de la notable calidad de los profesores y de la gran vocación y dedicación al estudio de los alumnos, casi todos los egresados al poco tiempo habían creado sus empresas turísticas, muy exitosas en el turismo receptivo de Costa Rica y, varios de ellos, lo hicieron en Estados Unidos.

Los instructores de ese primer curso fueron, en Patrimonio Cultural de Costa Rica, don Luis Ferrero Acosta, (1930-2005), quién era el investigador y autor más prolíficos del país en esa materia. En Historia de Costa Rica habíamos contactado al gran historiador don Carlos Monge Alfaro, (1909-1979), ex rector de la Universidad de Costa Rica, que había escrito la primera Guía de Turismo oficial de Costa Rica, por encargo del ICT, algunos años antes. Lamentablemente la salud de don Carlos estaba muy quebrantada por lo que nos recomendó a un joven historiador, muy talentoso, don Ricardo José Méndez Alfaro.

En Patrimonio Natural el profesor fue el biólogo Robert Chaverri Pattison, quien dirigía el Departamento de Recursos Turísticos del ICT. En Servicios Turísticos, la asignatura fue impartida por doña Silvia Carboni Aguiluz, que había regresado de España como una de las primeras graduadas en Hostelería y Turismo. En Ética Profesional tuvimos la suerte de contar con un experto argentino, don Jerry Prado, que pocos meses antes, había llegado a Costa Rica como director de la Asociación Cristiana de Jóvenes, la famosa YMCA, por su sigla en inglés.

En Legislación Turística recibimos la cooperación del joven abogado Manuel Carranza Vargas, quien además era graduado de Turismo en España. En Inglés Técnico la profesora fue Patricia Duar Ugalde, que era graduada en idiomas de la UCR y había cursado una Maestría en Turismo en la International Florida University de Miami. En Fundamentos de Turismo y Funciones y Regulaciones de los guías de Turismo, ambas asignaturas fueron impartidas por mi persona.

Cabe destacar que el tema de regulaciones fue impartido con base en un Proyecto de Reglamento que yo había elaborado, pero que sometí a discusión de los propios guías durante el transcurso de la asignatura. De este modo el Reglamento se enriqueció muy democráticamente y pudo ser aprobado por el Poder Ejecutivo y publicado en el Diario Oficial antes de la Ceremonia de Graduación.

Al concluir este capítulo debo dejar testimonio del gran apoyo recibido en todo este proceso de parte del presidente ejecutivo del ICT, don Enrique Odio Soto, y del presidente ejecutivo del INA, don Carlos Alberto Patiño.

Parte sexta: Programa de panadería con el American Anstitute of Baking

Otro hecho importante registrado a fines de los años setenta, fue el comienzo de los Programas de Panadería del INA, los que nacieron al amparo del Sector Turismo. Una queja de los turistas de Norteamérica y de Europa se refería a la baja calidad del pan en muchos hoteles y restaurantes.

La explicación era sencilla, hasta esos años, Costa Rica era un país en que predominaba la llamada “cultura del maíz”, que venía desde la época precolombina y que se había conservado durante la colonización española.

Para un costarricense el mejor desayuno era con tortillas de maíz, “bien palmeadas” y en lo posible recién hechas. El pan de trigo era escasamente consumido y solo en familias de clase alta o con orígenes extranjeros recientes. En las panaderías existentes, que eran las proveedoras de los hoteles y restaurantes, era difícil encontrar buen pan.

A inicios de los años 70, algunos inmigrantes procedentes de Chile introdujeron el llamado “pan cuadrado” por medio de sus empresas “La Selecta” y “Pan Cena”, pero la calidad no era suficientemente satisfactoria y de hecho había bromas porque tenía muy poca consistencia y ante cualquier presión perdía su forma dejando de ser cuadrado.

Para responder a esa queja, solicitamos apoyo a la Embajada de los Estados Unidos, por medio de su encargado de cooperación, don Carlos Muñoz Céspedes (1942-2020), lo que resultó muy efectivo ya que nos contactó con el American Institute of Baking, conocido como el AIB, que era y sigue siendo la entidad más prestigiosa en el mundo en materia de investigación y capacitación tecnológica referida a la industria de la panadería y el uso de las harinas de trigo.

Los expertos del AIB dieron una asesoría integral al INA, para crear un área especializada en formación profesional en panadería, tanto en el diseño de los programas, como en la compra del equipamiento que era novedad en el país, la capacitación de los instructores y la puesta en marcha de los cursos.

Aunque este programa nació por iniciativa del Sector Turismo, se localizó dentro del INA en el llamado sector de “Industria Alimentaria”, que es muy afín con la industria turística. Una de las empresas locales que más colaboró y aprovechó esta asesoría fue la Musmanni, promoviendo la capacitación de sus trabajadores en el INA y facilitando sus instalaciones para las lecciones prácticas, mientras el INA construía y equipaba sus aulas laboratorio.

El impacto fue muy positivo ya que se han formado miles de operarios de panaderías y pequeños y medianos empresarios panaderos en todo el país. De hecho, se ha logrado una verdadera cultura gastronómica, que es muy apreciada por los turistas, ya que en los hoteles y restaurantes es muy frecuente que el pan que se consume sea elaborado en la misma empresa y, en algunos casos a la vista del cliente, como un atractivo turístico más.

Derivado de la panadería, se dio también un cambio cualitativo notable en la repostería costarricense, que nada tiene que envidiar a las mejores de otros países con más larga tradición. Este fenómeno se ha manifestado, también, en la producción de pastas y pizzas, en las que se ha logrado un gran desarrollo. En la industria de las panaderías y reposterías se ha dado una intensa competencia en beneficio de los consumidores.

Parte séptima: Proyecto de Construcción del Cenfhotur-Cenetur en el Barrio González Lahmann

Durante el gobierno de don Luis Alberto Monje Álvarez (1982-86), fue nombrado presidente ejecutivo del INA don Marcelo Prieto Jiménez. Cuando le explicamos lo que había ocurrido con el proyecto del Hotel Escuela y lo que se había podido avanzar en materia de formación profesional en Turismo, mediante la alianza INA-ICT-ACHA, se interesó mucho, y posteriormente nos informó que el INA ya tenía capacidad financiera suficiente para construir una sede para el programa, pero que carecían de un terreno bien ubicado donde hacerlo.

Ante esta nueva opción, volví a hablar con las nuevas autoridades del ICT, proponiéndoles la posibilidad de donar al INA el terreno de Barrio González Lahmann. Para lograrlo, había que convencer a todos los miembros de la Junta Directiva, y a parte de los principales funcionarios de la administración, ya que ese terreno lo veían algunos como la única posibilidad de que el ICT tuviera en el futuro su propia sede corporativa. Finalmente, logramos el apoyo que necesitábamos y se procedió a ejecutar la tramitación legal correspondiente, lo que logramos al finalizar la administración Monje Álvarez. Hago especial reconocimiento al apoyo que recibí de parte de la vicepresidenta de la Junta Directiva del ICT doña Olga Jiménez Veiga.

Como recuerdo anecdótico, me gané la antipatía de unos pocos funcionarios del ICT, entre ellos el auditor, que me acusaron de “deslealtad” a la institución por “regalarle” esos terrenos al INA. Aunque la acusación me dolió, me sentí tranquilo porque consideraba que el país iba a resolver una necesidad muy importante con un buen Centro de Capacitación Hotelera y Turística, y porque ya en esos años empezaba a darse el fenómeno del crecimiento de la zona turística del Área Metropolitana hacia el oeste y hacia el Aeropuerto Internacional, lo que indicaba que para el ICT era más conveniente ubicar su futura sede en esa misma localización, en lugar del Barrio González Lahmann.

Correspondió al periodo siguiente, de la administración del presidente Dr. Oscar Arias Sánchez (1986-90), el proceso de diseño y construcción del proyecto de un Centro Nacional especializado en la Formación Profesional de todas las actividades relacionadas con el Turismo.

Dichosamente, el presidente ejecutivo del INA, don Abundio Gutiérrez Matarrita, tenía una visión de largo plazo respecto del futuro desarrollo del Turismo en Costa Rica y, estuvo de acuerdo, en que se proyectara un edificio que contara con la capacidad de dar respuesta a las necesidades, tanto de esa época, como de las potenciales del futuro del país en las siguientes décadas. Esto era importante porque precisamente en esos años se dieron las peores situaciones del conflicto político militar de Centroamérica y uno de los sectores más perjudicados era precisamente el del turismo.

De hecho, dentro del mismo INA había opiniones contrarias a invertir en infraestructura para la formación en Turismo, argumentando que se trataba de un sector que vivía una grave crisis y que no era prioritario. Los principales colaboradores de don Abundio en esta verdadera lucha, fueron el gerente general Rodolfo Longan Guevara y Silvia Carboni Aguiluz, la directora del CENFHOTUR del INA.

Silvia se había graduado en España como Técnico Superior en Hostelería y Turismo y tenía además un grado académico como Profesional en Turismo de la UACA y una Maestría en la sede de Costa Rica de “National University” de San Diego, California.

Gracias a esta combinación de voluntades, al finalizar el gobierno del Dr. Oscar Arias Sánchez pudimos celebrar la inauguración de la sede definitiva del programa, dotado en esos momentos de las mejores y más modernos equipamientos para la enseñanza de todas las actividades relacionadas con el desarrollo de recursos humanos para el Turismo.

Los planos arquitectónicos y el equipamiento tecnológico se inspiraron en el antiguo proyecto del Hotel-Escuela, pero sin la parte de alojamiento, aunque con un excelente Restaurante-Escuela. Se podría afirmar, sin ninguna duda que, en 1990, año de la inauguración, Costa Rica contaba con una de las mejores escuelas para la enseñanza técnica de la Hotelería, Gastronomía, Turismo y actividades complementarias de Latinoamérica.

Parte octava: Primeros cursos de guías de turismo naturalistas

Es importante destacar del período anterior comentado, el inicio de los primeros cursos para Guías de Turismo especializados en Recursos Naturales. Durante el gobierno del presidente Oscar Arias y la Presidencia Ejecutiva en el ICT de don Mario Quirós Lara, se inició el mercadeo de Costa Rica como destino de naturaleza y ecoturismo, como también se le llamaba.

A raíz de ello, la presidenta, recién elegida, del Colegio de Biólogos de Costa Rica, que también era la directora del Museo Nacional, Lorena San Román, me visitó en mis oficinas del ICT para exponerme algunas inquietudes. La principal era que había una importante cantidad de biólogos, graduados y por graduarse, de la Universidad de Costa Rica y de la Universidad Nacional, que no encontraban empleo afín con la profesión que habían estudiado.

Ella visualizaba que la nueva orientación de la política turística, hacia la naturaleza y el ecoturismo, podría ser una fuente de empleos para los profesionales de esa disciplina académica. La reunión fue fructífera ya que coincidimos en que había un potencial de generación de empleos para biólogos en el Sector Turismo, y que un punto de partida podría ser crear unos cursos especializados para Guías Naturalistas, que en esa época no existían en el país.

Fue así, como trabajando en conjunto con Lorena San Román, Silvia Carboni por el INA y yo por el ICT, logramos elaborar un Plan de Estudios que fue implementado a partir del año 1987 en la sede del CENFHOTUR del INA. Tal como había ocurrido algunos años antes con el curso de guías de Turismo generalistas, este curso especializado fue también muy exitoso. No solo permitió disponer de excelentes y muy profesionales guías, sino que hizo que muchos de estos biólogos se convirtieran también en empresarios turísticos, creando empresas dedicadas al ecoturismo.

En los años siguientes, Costa Rica se posicionó definitivamente como líder mundial en turismo de naturaleza, lo que ha permitido que se haya convertido en la mayor opción de empleos vocacionalmente gratificantes y rentables para los biólogos costarricenses. De hecho, las carreras universitarias relacionadas con los recursos naturales incorporaron el manejo del turismo en sus planes de estudio.

Parte novena: Formación de formadores en el INA

Desde su fundación, el año 1965, el INA adoptó la “metodología de la Formación Profesional”, o formación para el trabajo, como se le llama en algunos países. Esta metodología tiene su origen en Europa, especialmente en países como Alemania, Inglaterra y Francia, desde la Edad Media, cuando el modo de producción principal era el artesanal. En esa época las profesiones u oficios técnicos se obtenían mediante el “aprendizaje” que se brindaba a los trabajadores-alumnos, a los que se llamaba “aprendices”, en los mismos talleres de quienes se dedicaban a esas tareas. Ese aprendizaje estaba rigurosamente reglamentado por el “Gremio de Artesanos” respectivo, que era el que establecía los diferentes niveles o grados por los que tenía que pasar cada aprendiz, los requisitos que debía tener el patrón-maestro, las pruebas o exámenes que debían rendirse ante el gremio para poder ser aprobado y aceptado como miembro.

El sistema productivo era eminentemente artesanal y no había otra forma de transmitir esos conocimientos y experiencia. En el siglo 18, con la llegada de la primera revolución industrial, esta metodología de enseñanza técnica se vio superada por la velocidad y volumen de los procesos productivos. El tamaño y el crecimiento constante de las empresas requerían de cantidades mucho mayores de trabajadores calificados profesionalmente.

Para responder a esa necesidad surgieron instituciones educativas especializadas en la educación y formación de técnicos. En esas instituciones se combinaba la educación formal tradicional con la enseñanza de al menos una profesión técnica, mediante “talleres-escuelas”, en las que se podía brindar aprendizaje, a los niños y jóvenes, en condiciones similares a las que iban a tener al ingresar al mercado laboral.

Entre las más destacadas de estas instituciones, están las famosas escuelas vocacionales fundadas por el sacerdote italiano, fundador de la Congregación Salesiana, Giovanni Bosco, “Don Bosco” (1815-1888). Las Escuelas de Artes y Oficios de don Bosco surgieron en Europa en el siglo 19 y posteriormente en América.

En Costa Rica la primera se fundó en Cartago, a inicios del siglo 20, conocido hasta la actualidad como el Colegio Vocacional de Artes y Oficios, el COVAO. Estos Colegios Vocacionales, Liceos Técnicos o Escuelas Industriales como también se les llamó en otros países, tuvieron un gran auge en la primera mitad del siglo 20 en casi todo el mundo.

Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta el presente la humanidad ha vivido un proceso continuo de revolución tecnológica, de crecimiento económico sin precedentes en la historia, de explosión demográfica y agudización de conflictos y problemas sociales. Millones de personas perdieron sus países, perdieron sus trabajos o quedaron obsoletos en sus conocimientos, requiriendo de soluciones más inmediatas que las que podía ofrecer el modelo educativo tradicional, incluido el vocacional. Se necesitaban instituciones que pudieran dar respuesta más rápida a esas necesidades y enfocadas más directamente hacia el aprendizaje para ejercer un puesto de trabajo.

Los alumnos prioritarios no eran niños ni adolescentes, sino que adultos para los que la obtención de un trabajo digno tenía una urgencia mucho mayor. A nivel internacional, la Organización Internacional del Trabajo, asumió el liderazgo de la elaboración y promoción de metodologías de “enseñanza para el trabajo”, a las que se denominó “Formación Profesional” para diferenciarla de la educación formal de niños y adolescentes, así como de la educación universitaria.

Desde su fundación en 1965, el INA adoptó esta metodología, que ha sido su sello distintivo y el factor más importante para el éxito y cumplimiento de sus fines. En la etapa previa a la fecha de la fundación el ministro del Trabajo de la época, don Alfonso Carro Zúñiga (1924-2015) y don Danilo Jiménez Veiga, este último desde la OIT, se preocuparon por asegurar que los futuros primeros funcionarios de la nueva institución, don Manuel María Granados y don Gonzalo Lizano, tuvieran una sólida preparación metodológica, enviándolos becados a conocerla en Europa, tanto en la OIT como en los países de mayor experiencia en ella. Don Manuel y don Gonzalo fueron los primeros metodólogos costarricenses que tuvo el INA, además de expertos aportados por la OIT como don Alfonso Wilches del SENA de Colombia y don Luis Pisani del INACAP de Chile.

El manejo de esta metodología de “aprender haciendo” o de “aprendizaje para el trabajo” les ha dado a los instructores del INA la capacidad de transmitir conocimientos teórico-prácticos en forma atractiva y a la vez, muy rigurosa en la exigencia de rendimiento por parte de los alumnos. En la actualidad son aproximadamente 1300 los instructores y funcionarios técnicos que dominan esta metodología, de los cuales unos 120 pertenecen a los programas de Turismo.

Entre estos profesionales instructores hay muchos que dedicaron su vida al noble oficio de ser docentes. Varios de ellos ya se han jubilado merecidamente y algunos han fallecido lamentablemente. Como Karl Muir, el más antiguo de los instructores. Desde la gestión de doña Silvia Carboni, primera directora del CENFHOTUR en los años 80s, hasta el presente el Programa de Formación Profesional en Turismo ha tenido importantes continuadores como Carmen María Solano Martínez y su actual director Eduardo Araya Bolaños.

Mas recientemente, se ha dado un fuerte interés por reimpulsar en Costa Rica y en el INA la “Educación Dual”, que ya estaba incluida en la legislación vigente, desde la aprobación de la Ley de Aprendizaje del año 1971. La Educación Dual es una forma de Formación Profesional en la que participan las empresas brindando parte del aprendizaje en sus propias plantas de producción.

De hecho, el INA ha tenido programas de esas características en el sector de hotelería, en Guanacaste. La implementación de esta estrategia de educación dual va a requerir formar, en el INA, a futuros instructores-tutores, metodológicamente bien preparados, que puedan actuar en las empresas brindando el aprendizaje. Lamentablemente, hay una limitación u obstáculo importante para el futuro desarrollo de la Formación Dual en Costa Rica debido a que la mayor parte de las empresas existentes son pequeñas o medianas, aproximadamente el 90% de ellas, con predominio de las más pequeñas, que carecen de la capacidad financiera y de infraestructura tecnológica requerida para implementar estos programas en sus instalaciones.

A pocos días de la publicación de este artículo, he recibido una muy positiva noticia, consistente en el nombramiento de la licenciada Ileana Leandro Gómez como jefa del núcleo de turismo en el INA. Doña Ileana ha sido funcionaria de larga y meritoria trayectoria en el INA habiendo llegado a tener un brillante desempeño como exgerente general de administrativa y como exgerente general técnica por lo que le auguramos y deseamos el mayor éxito en sus nuevas funciones.

Parte décima: Creación de la Carrera de Turismo del Colegio Universitario de Cartago

Durante el gobierno del presidente don Daniel Oduber Quirós y de su ministro de Educación don Fernando Volio Jiménez (1924-1996) se dieron los primeros pasos para la creación de un sistema de estudios superiores de características “parauniversitario”.

La idea estaba inspirada en parte en los “Community College” de los Estados Unidos, además de responder a necesidades insatisfechas de educación superior que se sentían entre la juventud costarricense. Esta misma preocupación animaba a distinguidas personalidades de Cartago, encabezadas por don José Miguel Corrales Bolaños y académicos como don Julio Molina Siverio. Como consecuencia, en el año 1976 se acordó la creación del Colegio Universitario de Cartago, el CUC, que inició sus labores docentes el año 1978. Los dos primeros presidentes de su Consejo Directivo fueron precisamente quienes habían luchado más por su creación, don José Miguel Corrales y don Julio Molina.

Una de las primeras carreras del CUC fue la de Turismo. En esa etapa, recibí la visita de don Julio Molina Siverio (1932-2011), presidente del Consejo Directivo y de don Héctor Luis Méndez, el Decano. Los acompañaba el recién nombrado director de la carrera de Turismo, Jorge Mora Corrales, que había regresado de España, donde se había graduado como Técnico Superior en Hostelería y Turismo. En ese tiempo yo me desempeñaba como director de Desarrollo, Recursos y Servicios Turísticos del ICT. A ellos les preocupaban dos aspectos, primero que necesitaban ajustar el Plan de Estudios que estaba inspirado en el modelo español, a las características y necesidades del mercado laboral que existía en Costa Rica, y el segundo era, como encontrar profesores con las competencias para las diferentes asignaturas, ojalá con experiencia. Les preocupaba también que en sondeos hechos entre empresarios locales las respuestas eran muy poco entusiastas en cuanto a las posibilidades de dar empleos a los futuros graduados de la carrera.

Aunque disponíamos de muy poco tiempo nos abocamos conjuntamente a la revisión y adaptación del Plan de Estudios y a la búsqueda de profesores, para dar inicio. En los primeros semestres impartí la asignatura de Introducción al Turismo. Dichosamente, los dos primeros niveles de alumnos que se matricularon resultaron ser de una vocación impresionante, además de gran inteligencia y compromiso. Cuando la primera generación de graduados estaba terminando sus estudios surgió muy fuertemente la preocupación por las oportunidades laborales que podían tener. Para mejorar sus conocimientos en relación con el mercado laboral se agregaron dos asignaturas, una de orientación hacia los empleos en el sector público, que estuvo a mi cargo, y otra de orientación hacia los empleos en el sector privado que impartió José Alberto Exprúa, quien era mi principal colaborador en el ICT.

Fruto también de esa preocupación, y de la necesidad de agruparse para defender sus derechos a trabajos adecuados y dignos, fue la creación de la “Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo”, ACOPROT. El líder de ese movimiento fue Roy Brenes, quien anteriormente se había destacado como estudiante gremialista al fundar la Asociación de Estudiantes de Turismo del CUC.  

El año 1981, siguiendo una tendencia impulsada por el presidente de la República don Rodrigo Carazo (1926-2009) y de su esposa doña Estrella Zeledón, se le dio gran importancia al Turismo Interno y a la Recreación.

Debido a ello se creó en el ICT unas nuevas unidades, la de Turismo Interno y Social, inicialmente en el Departamento de Servicios Turísticos y luego como nueva Dirección. La Dirección de Turismo Interno quedó a cargo de Jorge Monje Rojas, antiguo funcionario de Servicios Turísticos, que había regresado de España con un Título de Técnico Superior en Hostelería y Turismo. También se creó la Dirección de Recreación, que quedó a cargo del reconocido líder del deporte y la recreación nacional, don Alfredo Cruz Bolaños. Al presidente ejecutivo del ICT, don Enrique Odio Soto, le recomendé que la creación de estas nuevas unidades era la mejor oportunidad para establecer una política de contratación de recursos humanos en la que se debía dar preferencia a los primeros graduados en carreras de Turismo, en lugar de hacerlo con personas sin calificaciones académicas especializadas. Es muy digno de destacar y agradecer a don Enrique Odio Soto su apoyo a esta idea, que le abrió las puertas en el sector público a los primeros graduados, sin necesidad de padrinazgos políticos ni familiares. Al fundarse ACOPROT, los profesionales en turismo tuvimos la oportunidad de demostrarle este agradecimiento a don Enrique eligiéndolo el tercer presidente de la Asociación.

En las empresas privadas hay que reconocer también que la primera empresa que abrió sus puertas a los graduados fue la Organización de Turismo Estudiantil Costarricense “OTEC”, dirigida por Raúl Babbar Amighetti. La OTEC era una Organización dedicada a la promoción del Turismo estudiantil, siguiendo el modelo europeo de esas organizaciones, que se fundó en el seno de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica. El éxito alcanzado por la OTEC llamó la atención a otras empresas privadas que dejaron de tener recelos y empezaron a contratar a graduados en turismo tanto del CUC como de otras universidades.

El CUC es la institución más antigua, en el ámbito universitario y parauniversitario de Costa Rica, en la formación de profesionales para la industria turística. Sus graduados ocupan posiciones técnicas y ejecutivas relevantes en la mayor parte de las empresas del país. Gran parte de este éxito se debe a la calidad de sus profesores, que se ha mantenido a lo largo de las décadas. Ha tenido notables y muy eméritos directores de carrera, como Teresa Bejarano que fue la segunda en ocupar esa posición después de Jorge Mora, don Agustín Abrahams Vargas, que fue uno de los primeros profesores y que la dirigió por 20 años dejando una huella y ejemplo que sus sucesores han continuado. Varios exalumnos con vocación por la enseñanza han sido y siguen siendo excelentes profesores como Teresa Bejarano, Renato Quezada Castro, Gabriel Ureña Fallas, Luisa Pérez, Laura Solano quien también fue directora de la carrera y que ahora se desempeña como profesora del “Georgia College” de Canadá, uno de los más prestigiosos Institutos de Formación Técnica de ese país.

En la actualidad, ha sido designado director del Colegio Universitario de Cartago un eminente profesor egresado del mismo colegio y formado profesionalmente en el INA, Euclides Arce.

Parte undécima: Carrera de Turismo de la Universidad Autonóma de Centroamérica (UACA)

El año 1976, el presidente de la República don Daniel Oduber Quirós y el ministro de Educación don Fernando Volio Jiménez, dieron otro cambio fundamental en la Educación Superior, al autorizar la creación de la primera universidad privada, la Universidad Autónoma de Centroamérica, la UACA. Entre sus principales fundadores estaban don Guillermo Malavassi Vargas, don Eduardo Lizano Fait, don Alberto Dimare, don Jorge Corrales Quesada, don Bruno Stagno, don Fernando Volio Jiménez, don Rafael Medaglia, don Pablo Arce Gutiérrez, don Enrique Granados Moreno, don José Joaquín Rodríguez y un selecto grupo de académicos.

Esta Universidad nació con una estructura orgánica bastante “sui generis”, como una especie de Federación de Colegios Universitarios, muy autónomos cada uno, en lugar de las clásicas facultades de las universidades centralizadas. Con el pasar de los años, esa estructura federal entró en crisis y esos colegios se fueron independizando totalmente, y convirtiéndose cada colegio, en nuevas universidades privadas.

El año 1981, uno de los primeros Colegios de la UACA, el “Colegio Iberoamericano”, decidió abrir la carrera de Turismo, con un programa de Bachillerato Universitario. En ese Colegio se proponían también abrir otras carreras como Medicina, Enfermería, Psicología, Relaciones Internacionales y Relaciones Públicas. Para dar sustento tecnológico a las carreras de Medicina y Enfermería se planteaba un ambicioso proyecto de construir un hospital privado, en Santa Ana, ya que no se contaba con el apoyo de los hospitales estatales de la Caja Costarricense del Seguro Social. Para obtener los recursos se gestionó financiamiento bancario con el Banco Popular.

En el diseño de la carrera de Turismo participaron el arquitecto del ICT don Alfredo Bermúdez, su hermano Mauricio que es biólogo y uno de los primeros graduados en Turismo del Colegio Universitario de Cartago, Virgilio Espinoza. A mí me pidieron colaboración para impartir la asignatura de Introducción al Estudio del Turismo, lo que acepté con gusto. Tal como había ocurrido en el CUC, tres años antes, los primeros alumnos en matricularse eran jóvenes con mucha vocación y motivación por esta nueva profesión.

Lamentablemente, el año 1983, se dio una crisis financiera, provocada por el proyecto del Hospital, que llevó al Colegio Iberoamericano a su colapso total. Su fundador, un empresario español, huyó del país, dejando un reguero de deudas y esperanzas frustradas. El Banco acreedor demandó por falta de pago y se quedó con los terrenos, edificios y activos identificables.

Ante esa grave situación, el Decano del Colegio, don José Alberto Soto Badilla, que era un eminente filósofo y educador, nos reunió a los profesores de las diferentes carreras para darnos la mala noticia del cierre de la institución y que no había dinero, siquiera para pagar la más mínima indemnización. De esa reunión salió una muy generosa y creativa respuesta. Casi todos los profesores de las diferentes carreras manifestaron que estábamos dispuestos trabajar gratuitamente mientras se encontraba una solución definitiva.

Sin embargo, la generosidad de los profesores no iba a servir de nada si, como consecuencia del escándalo público, los alumnos no renovaban sus matrículas en el siguiente cuatrimestre. Un sondeo hecho en todas las carreras nos dio un resultado muy alentador, casi todos los alumnos manifestaron que, si los profesores se mantenían, ellos se matricularían nuevamente. Fue así como se pudo crear el “Colegio Andrés Bello de la UACA”, que heredó las carreras que tenía el fallido Colegio Iberoamericano.

El sacrificio generoso de los profesores solo fue necesario por menos de un mes, ya que, el nuevo colegio tuvo una excelente aceptación y numerosa matrícula. La única carrera que se decidió no abrir fue la de Medicina. En el Colegio Andrés Bello fui nombrado director Académico de la carrera de Turismo, posición que mantuve hasta 1988. Por su parte Virgilio Espinoza, que desde sus años de estudiante en el CUC había demostrado tener una vocación muy fuerte por la docencia, se hizo cargo de poner en marcha carreras de Turismo en otras universidades privadas surgidas de la UACA posteriormente.

Tal como había ocurrido con el CUC, los alumnos de esos primeros años de la carrera de Turismo de la UACA, resultaron ser jóvenes con mucha vocación, inteligencia y entusiasmo por la profesión que habían elegido. La mayor parte se desarrollaron como empresarios creando nuevas empresas turísticas en el país y en el extranjero, algunas muy pioneras en sus respectivos mercados. También tuve el apoyo, muy gratificante, de colegas que colaboraron como profesores aportando su calidad académica y experiencia, como Silvia Carboni, Yadira Simón, Jacques Quillery, William Rodríguez, José Luis Cabada, entre otros.

Parte duodécima: La Asociación Costarricense De Profesionales En Turismo

En el año 1982, se creó la Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo, ACOPROT, fundada con la finalidad principal de promover la profesionalidad de los recursos humanos del sector turismo del país. Otra finalidad era agrupar y defender el ejercicio profesional de los primeros graduados en carreras de turismo. Como se ha indicado previamente, en esos años estaban graduándose los primeros profesionales en Turismo con estudios formales, tanto en el CUC como en la UACA, y habían llegado desde USA y Europa varios jóvenes costarricenses con títulos profesionales obtenidos en instituciones académicas del exterior.

El ambiente no era propicio. El país vivía una de las mayores crisis económicas de su historia, provocada por los conflictos político-militares de Centroamérica. Esta crisis había golpeado brutalmente al Sector Turismo, especialmente el de hotelería, por lo que las oportunidades de empleos eran muy escasas. Los dueños o gerentes de hoteles, al ser consultados sobre posibilidades de contratar a jóvenes graduados, respondían negativamente y muy pesimistas sobre el futuro de sus negocios.

En ese contexto, un grupo de recién egresados del CUC tuvieron la idea de formar un Colegio de Profesionales que los defendiera. Los Colegios Profesionales son agrupaciones que se constituyen, por medio de una Ley, como “entes públicos no estatales”. El grupo lo lideraba Roy Brenes, acompañado de varios de sus compañeros, entre los que recuerdo a Víctor Matarrita, Virgilio Espinoza, Tamara Bukowski, Margarita Forero, Gabriela Sobrado y otros que empezaron a reunirse para darle cuerpo a su idea.

Como yo había sido profesor de la carrera y además ocupaba un puesto de director en el ICT, llegaron a presentarme sus inquietudes y solicitar mi apoyo. Por mi parte me encargué de investigar sobre el tema de la creación de Colegios Profesionales, solicitándole opinión a amigos de confianza como el Lic. Alfredo Piza, que era el abogado de CANATUR, y al presidente del Colegio de Periodistas, don Jimen Chang. El resultado de la investigación no fue alentador, ya que para lograr ese objetivo se requería de mucho “lobby” político, lo que no era factible de obtener, teniendo en cuenta que el total de graduados en el país no llegaba siquiera a 50 personas, y que no había suficiente conciencia sobre la importancia del turismo entre los “decisión makers” de Costa Rica.

De ese diagnóstico surgió la idea de constituirse como una Asociación Civil Sin Fin de Lucro, para lo cual no se requería de ninguna autorización gubernamental, ni legislativa. Don Alfredo Piza asesoró gratuitamente todo el proceso que culminó en febrero del año 1982, con la fundación de ACOPROT.

Yo me permití recomendarles que, además de socios graduados en carreras de Turismo, hubiera también socios provenientes de otras carreras o especialidades, pero que tuvieran una destacada trayectoria laboral en el Sector Turismo. Mi idea, que fue aceptada, era darle mayor fortaleza a la nueva asociación incorporando personas de prestigio dentro del sector.

Como primer presidente de ACOPROT fue elegido Jesús Castro Monje, quien además de ser el gerente general del mayor hotel del país, era graduado de Maestría en Administración Hotelera de la Universidad de Cornell, la más prestigiosa de Estados Unidos en estos estudios. Como primer director ejecutivo, fue nombrado Roy Brenes, quien desempeñó sus funciones con gran generosidad y dedicación de modo completamente “ad honorem”.

Desde sus inicios, ACOPROT ha desempeñado un rol relevante en el mejoramiento constante y sostenible de los programas de educación, capacitación y formación profesional para las diferentes especialidades y niveles de empleo turístico. La labor de ACOPROT promoviendo el mejoramiento constante de la calidad profesional de los Recursos Humanos para el Turismo ha tenido resultados muy fructíferos para Costa Rica. Esto se demuestra objetivamente en el “Índice de Competitividad Turística” que hace el Foro Económico Mundial anualmente. En ese Índice Costa Rica, en el “pilar” de calidad de los Recursos Humanos para el Turismo, ocupa uno de los primeros lugares a escala global, solo comparable con el de los países más desarrollados del planeta.

Un sondeo de seguimiento a graduados de carreras de turismo refleja que en la actualidad hay más de 8 mil graduados laborando en las empresas del país, en puestos gerenciales, técnicos o ejecutivos, sin incluir en este cálculo a los egresados del INA que son varias decenas de miles. Esta nueva realidad hace pensar que posiblemente la idea original de crear un Colegio Profesional, que continúe y amplié la labor de ACOPROT, podría ser viable ahora.

Parte trigésima: La Comisión Nacional de Educación Turística y los Congresos Anuales de Educadores y Profesionales en Turismo

En el año 1992, como consecuencia de la celebración en Costa Rica, del Congreso anual de la Confederación Panamericana de Escuelas de Hotelería y Turismo – la CONPETH-, surgió la idea de crear en Costa Rica una instancia formal de coordinación y cooperación, entre las diferentes instituciones académicas y de formación profesional relacionadas con el turismo y la hotelería y con las instituciones públicas competentes en la materia, como el Ministerio de Educación, el Instituto Costarricense de Turismo, el Instituto Nacional de Aprendizaje, el Consejo Nacional de Rectores y el Consejo Nacional de Educación Superior Privada.

La iniciativa fue propuesta por el presidente de ACOPROT, don Agustín Abrahams al ministro de Turismo el Ing. Luis Manuel Chacón Jiménez, quien la acogió con entusiasmo. Con fecha 13 de febrero de ese mismo año, fue publicado en el Diario Oficial La Gaceta el Decreto Ejecutivo P-TUR-E No. 21011 que creó este importante órgano colegiado. Esta Comisión ha desarrollado una muy fructífera labor desde su creación sirviendo de catalizadora y promotora de muchas actividades orientadas a mejorar la calidad de la educación y formación profesional en el sector turístico de Costa Rica.

Otra iniciativa muy valiosa ha sido la creación de los Congresos Nacionales de Educadores en Turismo. El primero se efectuó el año 2007 como un instrumento de educación continua dirigido a todos los docentes de las instituciones públicas y privadas dedicadas a la educación y formación profesional en carreras y programas en temas turísticos. En aquella oportunidad, la participación fue abierta tanto a educadores de Costa Rica como de otros países centroamericanos. En los años siguientes, se convirtió en un evento nacional debido a la gran cantidad de participantes de Costa Rica, lo que generaba dificultades logísticas en caso de abrirse a toda Centroamérica.

Estos Congresos contribuyen a mantener tecnológicamente actualizados a los profesores e instructores, mediante la interacción entre ellos y con las empresas y entidades turísticas líderes en innovación y sostenibilidad. La continuidad de estos Congresos y su calidad se deben en gran parte al liderazgo ejercido por la Lic. Norem Rojas, directora de Capacitación de ACOPROT en las primeras ediciones y en la actualidad como una muy destacada educadora del Instituto Nacional de Aprendizaje.

Desde el año 2016, ACOPROT ha organizado los Congresos Internacionales de Profesionales en Turismo con participantes de Costa Rica, América y Europa, además de los costarricenses. La primera edición se dio durante la presidencia de Massi Devoto y con la colaboración académica y organizativa de las destacadas profesionales y consultoras Yadira Simón, Marielos Bonilla, Ana Báez y Silvia Saurez.

Estos Congresos han permitido conocer y analizar los desafíos modernos del sector turismo, así como la incorporación de innovaciones tecnológicas y gerenciales al manejo de las actividades turísticas. Asimismo, han contado con el apoyo de los ministros de Turismo Mauricio Ventura Aragón y luego María Amalia Revelo Raventós, ambos distinguidos miembros de ACOPROT.

Epílogo

Los hechos relatados demuestran que, en Costa Rica, hemos tenido una fuerte apuesta por el desarrollo de los recursos humanos para la industria turística desde mediados de los años 70. Gracias a ello, se invirtió en programas de enseñanza en los niveles técnicos, parauniversitario y universitarios, de un modo pionero, al menos en comparación al resto de la región centroamericana.

En la actualidad, las cinco universidades estatales cuentan con carreras y especialidades turísticas y una cantidad mucho mayor de universidades privadas también la ofrecen de forma variada. Los alumnos son principalmente costarricenses, pero también se reciben estudiantes de otras regiones del mundo, sobre todo en aquellas especialidades en las que Costa Rica tiene un sello distintivo, como lo son las relacionadas con el turismo naturalista, el ecoturismo, y la sostenibilidad turística. El impacto en la calidad, la innovación y la competitividad del producto turístico nacional ha sido muy valioso. Un testimonio de ello son los rankings internacionales sobre competitividad y calidad de los recursos humanos del Sector Turismo en los que el país siempre aparece en las posiciones de mayor liderazgo.

Es muy importante y estratégico que Costa Rica mantenga esa ventaja competitiva y que no se deje dormir “en los laureles”. La comunidad académica integrada por todas las instituciones que imparten programas y carreras relacionadas con el turismo debe estrechar sus relaciones con el sector empresarial y profesional turístico. En la actualidad esa relación es débil y es muy necesario y urgente que se fortalezca.