Los países con extensas fronteras comunes pueden ver en ellas grandes problemas o grandes oportunidades, dependiendo ello de la visión y el entendimiento que puedan tener sus respectivos gobernantes.
El mejor ejemplo positivo nos lo muestran las naciones de la Unión Europea (UE), que han eliminado todas las barreras a sus fronteras, lo que posiblemente sea el acto mas civilizado que nos ha tocado presenciar en nuestras vidas.
Otro buen ejemplo es el de Estados Unidos y Canadá, que tienen una de las fronteras comunes más extensa del mundo, la que ha sido históricamente el principal factor que explica la gran amistad y cooperación en su relación bilateral.
En mi juventud, a inicios de los años 70, tuve el privilegio de coordinar un plan de desarrollo turístico fronterizo entre Argentina y Chile muy novedoso en aquella época, del que hasta estos días se reciben beneficios.
De los malos ejemplos prefiero no mencionar ninguno, porque desdichadamente son los que más abundan en este convulsionado mundo. Lo importante es destacar la necesidad de impulsar este tipo de planes, ya que los resultados son siempre muy valiosos en aspectos económicos y culturales y en el desarrollo de buenas y amistosas relaciones.
Hago estas reflexiones pensando en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, dotada de tan ricos recursos naturales y culturales, que debidamente explotados serían un producto turístico muy apreciado en los mercados internacionales.
Si ambos países impulsaran un plan de desarrollo turístico bilateral integrado, se generarían miles de empleos en una región donde lamentablemente se dan situaciones de pobreza extrema y de falta de oportunidades.
Al mismo tiempo, los dos países y sus gobiernos darían una lección al mundo de inteligencia y convivencia ejemplar entre pueblos hermanos.
¿Será muy utópico pensar que en el año 2006 habrá en Costa Rica y en Nicaragua líderes que apoyen iniciativas como esta? Pienso también en la frontera con Panamá, donde ya por el lado del Caribe hay empresarios turísticos pioneros que están integrando el mercadeo de bahía del Almirante en Panamá con el Caribe costarricense. En el lado del Pacífico, hace falta también impulsar planes creativos que permitan incrementar la visitación de toda la región, utilizando el aeropuerto de David, en Panamá, como puerta de entrada a los atractivos turísticos de la zona sur de Costa Rica.
Al mirar hacia el futuro, y recordando a Martin Luther King, me gusta imaginar que esas utopías serán algún día realidad.
Carlos Lizama Hernández, Vicepresidente de ACOPROT.
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