En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira.

El carnet de boxeo que me salvó la vida

Mi carnet como miembro de la Federación Chilena de Boxeo.

Entre los papeles y documentos que conservo de Chile, de recuerdos de mi vida, antes de mi exilio en Costa Rica, hay un sencillo y ajado carnet de identidad, de cartulina amarilla, en el que se certificaba mi calidad de Asociado y Presidente de la Asociación de Boxeo de Viña del Mar, en los años 60. Durante mi adolescencia y juventud, fui un deportista entusiasta, sobre todo practicando la gimnasia y el atletismo. Confieso eso sí, que nunca fui muy bueno, en parte, por mi tamaño inferior al promedio del de mis competidores. Sin embargo, con mucho tesón y entrenamiento, logré alcanzar buenos tiempos y posiciones en carreras de velocidad y salto largo. También, me gustaban los lanzamientos de Bala y Disco, donde la fuerza y tamaño de mis competidores era una desventaja insalvable. Asimismo, me gustaban las carreras de obstáculos, y logre una técnica muy depurada y exitosa en la categoría intermedia con vallas de 0.85 cm. No obstante, al pasar a la categoría superior con vallas de 105 cm, mi excelente técnica nada pudo hacer frente a las piernas más largas de mis contrincantes.

Recuerdo que me inspiró mucho mi profesor del Colegio de los Sagrados Corazones, don Carlos López Von Vriessen, uno de los mejores entrenadores deportivos del país en aquella época. Fue una persona muy estudiosa de la educación física y los deportes, y, algunos años después, se doctoró en Alemania con una investigación y trabajo de campo muy valioso, que ha permitido recuperar y divulgar el juego deportivo tradicional de la etnia mapuche, el “Palin”

En aquellos esfuerzos deportivos, superiores a mi capacidad física, me lesioné varias veces la rodilla izquierda, lo que me impedía entrenar y competir por períodos que me parecían eternos. Un profesor del colegio, que me conocía muy bien y al que yo admiraba mucho igualmente, el sacerdote Juan Enrique Walker, se percató de mi frustración y me propuso que me convirtiera en dirigente del Club Deportivo de los Sagrados Corazones, que agrupaba a alumnos y exalumnos de sus dos Colegios de la Región, en Valparaíso y Viña del Mar. El presidente de ese Club, era don Otto Biehl, un empresario de gran prestigio, que le entusiasmaban mucho los deportes. Yo me convertí, así, en el secretario del Club y colaboré con don Otto aprendiendo a su lado a ser dirigente deportivo. Todos sus hijos eran, también, muy buenos deportistas, en especial, el mayor, George. Uno de ellos, John, tuvo una muy destacada trayectoria política y diplomática en Costa Rica, como colaborador del presidente de la República y Premio Nobel de la Paz, el Dr. Oscar Arias Sánchez, en la década de los años 80.

Año 1971. Reunión del Director Nacional de Turismo con la selección chilena de buceo submarino ganadora del mundial efectuado en Iquique. En el centro de la fotografía, el campeón mundial Raúl Choque.

Algunos años más tarde, a mediados de los años 60, descubrí en el boxeo un deporte que me atrajo mucho. Aunque su entrenamiento era físicamente muy duro y exigente, no había riesgo de nuevas lesiones para mi rodilla. Lo practicaba en un gimnasio muy sencillo, habilitado en el subterráneo de la Piscina Municipal de Viña del Mar, en la esquina de la calle 8 Norte con la Avenida Perú. 

El boxeo es un deporte muy completo, que requiere de un gran estado físico, y, al mismo tiempo, mucha agilidad mental para aplicar sus técnicas explotando las debilidades y fortalezas del adversario y las propias. Es, también, un deporte que ha sacado de la pobreza y de la vulnerabilidad social a millones de jóvenes en todo el mundo. Por ello, además de practicarlo con entusiasmo, conserve el carnet que me acreditaba en esa calidad y lo llevaba generalmente en mi billetera. Amaba enseñarle sus fundamentos a los jóvenes que llegaban al gimnasio con mucha humildad y esperanzas. Fue así, como “sin querer queriendo”, como decía Chespirito, que me convertí en entrenador y dirigente de la Asociación de Boxeo de Viña del Mar, en la que me eligieron como su presidente.

A fines del año 1970, fui nombrado Director Nacional de Turismo de Chile, lo que me obligó a trasladarme a Santiago, dejando atrás mi vida porteña y viñamarina, incluido el deporte. A pesar de ello, los dirigentes de la Asociación me pidieron que siguiera con el cargo de presidente, ya que necesitaban que los representara en la Federación Nacional de Boxeo, que se encontraba en la capital. Debido a esa circunstancia, conserve el carnet que me acreditaba en esa posición y acostumbraba llevarlo siempre dentro de mi billetera. Con ese carnet, yo tenía derecho a ingresar gratuitamente a cualquier estadio o recinto del país, donde se celebrara un torneo de boxeo. 

El 11 de septiembre del año 1973, ocurrió el aciago Golpe de Estado que llevó a Chile a una larga y penosa dictadura y a miles de compatriotas al exilio. Como yo había sido funcionario del gobierno del presidente Allende, mi vida estaba expuesta a serios riesgos que me obligaron a preparar mi salida. Mi esposa, como periodista, también había trabajado en medios de comunicación partidarios del gobierno, lo que le dificultaba seguir ejerciendo su profesión en Chille. 

Año 1971. La Dirección Nacional de Turismo inició un programa para promover los deportes de nieve en Chile. En la fotografía, el campeón mundial de esquí de los Juegos Olímpicos de Japón, Francisco «Paquito» Fernández Ochoa. A su lado, el autor junto al Alcalde de Las Condes, Ramón Luco.

Cuando faltaba poco mas de un mes para el viaje, decidimos despedirnos de la familia, que estaba repartida en diversas zonas del país, desde la región de Los Lagos, en el Sur, hasta Combarbalá, en el Norte chico. Cuando llegamos a Osorno, a casa de mi cuñado Marcel, nos recibió con mucho cariño y dolor por la despedida de su hermana menor, a un viaje del que no se sabía cuando regresaría. En su entusiasmo, decidió que nos llevaría a almorzar a la mítica caleta de Pescadores de Angelmo, ubicada a una hora de distancia, al sur de Osorno. En esos momentos, me percaté que había olvidado en Santiago mi cédula de identidad, lo que representaba un riesgo muy grave si éramos interceptados por alguna patrulla militar o de carabineros. Mi cuñado, que tiene un carácter muy alegre, se río y nos dijo: “No se preocupen, porque vienen conmigo, que soy un empresario agrícola, muy conocido de la región y amigo de todos los milicos y carabineros”. En realidad, lo que nos decía era completamente cierto y eso disipó nuestros temores. Cuando estábamos llegando a Puerto Montt, donde se encuentra la Caleta de Angelmo, nos detuvo un puesto militar con soldados con armamento pesado y caras pintadas, muy intimidantes. Mi cuñado, bajo el vidrio de su ventanilla y dijo algo así como “soy el empresario Marcel Oliger y el Comandante del Regimiento fulano de tal es mi amigo”. Para su sorpresa, y espanto de los demás, el soldado le contestó: “Señor, este regimiento no es de esta región, nosotros somos de un regimiento del Norte de Chile y no conocemos a nadie aquí, así que deme los documentos suyos y de todos los pasajeros”. El momento no podía ser peor. Yo empecé a buscar en mi billetera algo que me identificara y solo encontré el Carnet de la Federación de Boxeo de Chile, y, al entregárselo al soldado, le dije que era lo único que andaba conmigo y que la cédula de identidad la había olvidado. Para mi gran sorpresa, y de mi esposa, cuñado y cuñada, el soldado, antes que yo terminara de hablarle, se cuadró en posición de respeto ante mi, como si yo fuera un superior, y nos dijo: “Perdonen la detención, por favor, sigan su camino”. Al seguir el camino, yo revise el carnet nuevamente y me di cuenta que tenía un escudo de características militares, en el que yo nunca había reparado, ni dado importancia anteriormente. La explicación de ese escudo tan importante, en ese momento, era que en esos años, el boxeo estaba bajo la tutela de las Fuerzas Armadas, ya que se le consideraba un deporte que era parte de la formación militar de sus miembros. Igualmente, las fuerzas armadas chilenas consideraban de valor militar también otros deportes como los de nieve y montaña, el buceo y la caza submarina, entre otros.

Debido a esto, he conservado por tantos años ese pequeño pedazo de cartulina amarilla, como un recuerdo anecdótico, muy significativo de mi vida.

Anterior

Mi madre y la reina

Siguiente

Mi admiración por Felipe Herrera Lane, José Piñera Carvallo y Danilo Poklepovic Petricic

6 comentarios

  1. Jaime Sotela Esquivel

    Felicidades Campeón. Una gran anécdota llena de valor , disciplina y humildad que te han caracterizado en tu vida . Un abrazo.

    • CARLOS LIZAMA HERNANDEZ

      Muchas gracias querido Jaime. Me parece que mas que valor, lo que he tenido es muy buena suerte y nunca me ha faltado el buen humor para enfrentar momentos dificiles.

  2. Ariana

    Don Carlos, me encanto la historia. Ojala nos siga contando mas!

    • CARLOS LIZAMA HERNANDEZ

      Muchas gracias Ariana por su afectuoso comentario. Procurare seguir su consejo sobre escribir con mas anecdotas.

  3. Jorge Barros C.

    Carlos , como pasaron tantos años .-
    Buscando algún dato de tu hermano Pancho , me encontré con tu entretenido relato que calza mucho con lo pasado esos años , y la verdad esperaba encontrarme con un relato mas dramático de ese tiempo cuando estabas detenido por el Gobierno Militar tu Tío Alfredo fue a sacarte ,cúentame algo mas de esos momentos.-

    • Carlos Lizama

      Hola primo Jorge,
      Perdona que no haya respondido a tu comentario sobre mi articulo en mi blog. No sabia que en mi blog se recibían comentarios y me di cuenta recién. Me alegra mucho que me hayas contactado. Por mi parte yo me informo por medio de mi hermana Carmen que me pone al día sobre mis primos de Chile. Si esta pandemia concluye en mi proximo viaje a Chile tratare de promover un encuentro. En cuanto a que yo haya estado detenido eso no ocurrió, tuve mucha suerte ya que permaneció en Chile hasta Marzo del 74 y estuve en vacaciones en el verano del 78. La prima que sí estuvo detenida y sufrió bastante fue la Paty Jorquera Hernandez, en esa época casada con Patricio Edwards, ambos eran del MIR y terminaron exiliados en Dinamarca.
      Un abrazo, CARLOS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Editado por Mauricio Lizama Oliger