Entre los papeles y documentos que conservo de Chile, de recuerdos de mi vida, antes de mi exilio en Costa Rica, hay un sencillo y ajado carnet de identidad, de cartulina amarilla, en el que se certificaba mi calidad de Asociado y Presidente de la Asociación de Boxeo de Viña del Mar, en los años 60. Durante mi adolescencia y juventud, fui un deportista entusiasta, sobre todo practicando la gimnasia y el atletismo. Confieso eso sí, que nunca fui muy bueno, en parte, por mi tamaño inferior al promedio del de mis competidores. Sin embargo, con mucho tesón y entrenamiento, logré alcanzar buenos tiempos y posiciones en carreras de velocidad y salto largo. También, me gustaban los lanzamientos de Bala y Disco, donde la fuerza y tamaño de mis competidores era una desventaja insalvable. Asimismo, me gustaban las carreras de obstáculos, y logre una técnica muy depurada y exitosa en la categoría intermedia con vallas de 0.85 cm. No obstante, al pasar a la categoría superior con vallas de 105 cm, mi excelente técnica nada pudo hacer frente a las piernas más largas de mis contrincantes.