Un hecho épico que ocurrió en Peru.

“Homenaje del Concejo Provincial de Lima a la Madre Hermassie Paget, Superiora del Convento de los Sagrados Corazones, quien, con su influencia, cerca del Almirante Bergasse du Petit-Thouars, contribuyó en 1881 a la salvación de Lima”.

Texto de Placa ubicada en la Avenida Venezuela de Lima

Revisando historias y anécdotas referidas a la Congregación de los Sagrados Corazones, en la que me eduqué en mis épocas escolares, me encontré con un curioso episodio ocurrido entre los años 1879 y 1881, en Lima, durante la Guerra del Pacífico, que enfrentó a Chile, Perú y Bolivia (1879-1884).

Agradecimiento de la Patria al contralmirante Du Petit Thouars, monumento en Santa Beatriz, Lima.

La guerra se había iniciado, el 14 de febrero de 1879, con la toma por parte del ejército y marina de Chile del puerto, entonces boliviano, de Antofagasta. Fue una guerra cruenta, dolorosa, por ser entre pueblos hermanos, con muchas raíces comunes. Hubo miles de muertos, entre ellos algunos de los máximos héroes de cada país, como el capitán Prat de Chile, el Almirante Grau de Perú y el valiente empresario boliviano Eduardo Abaroa.

A fines de 1880, se inició la fase más decisiva de la guerra, conocida como “La campaña de Lima”, con el bloqueo del puerto del Callao, seguido del desembarcó del ejército chileno en Pisco, el 20 de noviembre, a solo 207 kilómetros de la capital. El siguiente paso sería el ataque a Lima y a las ciudades aledañas del Callao, Chorrillos y Miraflores. En ese contexto, dos personajes de nacionalidad francesa tuvieron un interesante y valioso rol histórico.

La Madre Hermasie Paget Morel SS.CC (Francia 1828- Lima 1890) se desempeñaba en esa época como Superiora del Colegio de los Sagrados Corazones de Belén, conocido también como las Monjas Francesas de Lima, desde el año 1850. La mayor parte del profesorado estaba integrado por monjas de esa nacionalidad. Era una mujer de profunda religiosidad, notable inteligencia y liderazgo, pero la cualidad que más la destacaba era la valentía que imprimía a sus decisiones. Un ejemplo evidente de esa valentía lo demostró, desde muy joven, cuando decidió ingresar como religiosa de los SS.CC, motivada por el trágico fallecimiento de su hermana mayor Thais Paget Morel, SS.CC, quien murió, junto a un numeroso grupo de monjas de la misma congregación, al hundirse, en el “Cabo de Hornos”, el buque que las llevaba a las misiones de Oceanía.

Hermasie Paget Morel SS.CC (Francia 1828- Lima 1890)

En la primera etapa de la guerra, Perú perdió la riqueza que le proporcionaba el salitre de la región de Tarapacá, lo que generó una gran pobreza, agravada por el bloqueo a sus principales puertos. Para mitigar ese drama social, la madre Hermasie organizó la distribución de alimentos y ollas comunes que funcionaron durante todo el conflicto en Lima.

El otro personaje, era el Almirante de la Marina de Guerra de Francia, Abel Bergasse du Petit-Thouars (1832-1890), quien llegó al puerto del Callao y Lima por primera vez, el 30 de mayo de 1879, en los inicios de la guerra, con su buque la corbeta blindada “Victorieuse”. Una de las primeras visitas que hizo en Lima, fue al Colegio de las monjas francesas, donde la Superiora, la madre Hermasie, era una antigua amiga de su familia, de los años de la niñez. Para un marino que llevaba mucho tiempo lejos de su patria, las visitas al colegio se convirtieron en rutina semanal y un placer intelectual y afectivo muy intenso, compartiendo asiduamente con sus compatriotas, las monjas francesas.

En esas conversaciones, la madre Hermasie le transmitía sus experiencias en Perú, país al que había llegado a conocer y amar como su segunda patria. Entre estas vivencias, una muy importante, era la de su devoción por Santa Rosa de Lima (1586-1617), una monja peruana de la época colonial, a quien el pueblo consideraba muy milagrosa, siendo el milagro más notable que se le atribuía, el de ser la “salvadora” de la ciudad, al haber impedido su destrucción por parte de una invasión de piratas neeherlandeses en el siglo 17. El marino, que también era un católico practicante, se convirtió, también, gracias a esas inspiradoras conversaciones, en un devoto de la santa peruana.

En diciembre de 1880, la labor del Almirante en el Pacífico estaba concluyendo y debía regresar a Francia. Tambien, se estimaba inminente que el ejército chileno llegaría a Lima. Por ello, Petit Thouars le ofreció a la madre Hermasie llevarla a Francia, junto a sus hermanas religiosas y compatriotas, o al menos hasta Valparaíso donde había conventos y colegios de los SS.CC.

Sin embargo, ellas rechazaron su generosa oferta porque habían convertido el Colegio de Lima en un refugio para señoritas peruanas cuyas familias temían por su seguridad en la previsible batalla de Lima. Ante el rechazo, Petit Thouars saco una bandera francesa de su barco y la hizo colocar en la punta del árbol más alto del patio del Colegio, declarándolo territorio francés o neutral. Luego, con gran pesar en su corazón, inició el viaje de regreso, cuya primera escala era el puerto chileno de Valparaíso.

Estando en Valparaíso, preparando el largo y peligroso viaje a Europa por el Cabo de Hornos, una noche tuvo una pesadilla en la que las figuras de la madre Hermasie, del colegio de los SS.CC y, sobre todo de la santa peruana, Santa Rosa de Lima, se le aparecían reiteradamente, llenándolo de angustia. Lo interpretó como un llamado de socorro. Al día siguiente, ordenó acelerar los preparativos del buque y en lugar de tomar rumbo a Francia se dirigió de regreso a Perú a la máxima velocidad posible.

Al llegar a Lima, se encontró con un ambiente desolador. Ya habían ocurrido las batallas de San Juan y Chorrillos, extremadamente sangrientas y estaba por iniciarse la de Miraflores, más cruenta aún. El gobierno y ejército peruano abandonaron la ciudad de Lima, dejándola a cargo del alcalde José Rufino Torrico (1833-1920) y de los Cónsules extranjeros. Esto había provocado el pillaje de la delincuencia y un gran terror en la población, por una eventual entrada de las tropas chilenas en forma violenta. En este contexto, tanto la Madre Hermasie, como el alcalde y los cónsules, al apreciar la sincera preocupación del marino francés, le pidieron que interviniera ante el jefe del ejército chileno, el general Manuel Baquedano, para obtener una rápida y pacífica ocupación de la ciudad. Esta misma solicitud se la habían hecho a los comandantes de los buques de otras naciones, sin mayor éxito, porque lo veían como una posible violación del principio de neutralidad.

Aunque Petit Thouars estaba obligado a respetar el mismo principio de neutralidad, la inspiración que le transmitía la madre Hermasie, y su común devoción por Santa Rosa de Lima, lo llevaron a hacer un extraordinario esfuerzo diplomático, de convencimiento, que culminó en una exitosa reunión con el general Baquedano, en la que se acordó, muy minuciosamente, la rendición pacífica de la ciudad.

El Almirante, al tomar esta decisión, de involucrarse en negociaciones en un conflicto en el que su gobierno era neutral, asumió un riesgo que pudo ser grave para su carrera profesional. Sin embargo, el exitoso resultado alcanzado le generó el agradecimiento eterno del pueblo peruano, que lo considera el salvador de Lima. Para los chilenos, su mediación también fue apreciada porque evitó la perdida de muchas vidas y daños. A su vez, la Madre Hermasie, por su valentía al dar refugio a las jóvenes peruanas y al interceder con tanta influencia ante su amigo el almirante, se ganó también la gratitud perenne de la ciudad y el ser recordada como “madre salvadora de Lima”.

El juicio histórico sobre la participación de estos dos personajes franceses es mayoritariamente muy reconocido y agradecido en Perú. Sin embargo, no han faltado algunas opiniones minoritarias mezquinas que trataron de disminuir el mérito de su mediación. Algunas pretenden atribuir la intervención de Petit Thouars a proteger los intereses económicos de los comerciantes franceses de Lima, lo que se cae al ver que en esos años no había ningún interés económico importante de parte de Francia.

Otra versión pone a Petit Thouars asumiendo una actitud amenazante sobre Baquedano, a nombre de las marinas francesas, inglesas e italianas ancladas en el Callao. Esa versión carece de sustento porque los intereses geopolíticos y militares de esas naciones eran muy diferentes. Francia venia saliendo de dramáticos fracasos militares como la ruinosa invasión a México y la guerra franco-prusiana (1870-1871) y su gobierno tenía una política pacifista muy activa. Por otra parte, Inglaterra, aunque mantenía una política de neutralidad, era bastante evidente que sus intereses y simpatías favorecían a Chile. Finalmente, Italia estaba aún luchando por consolidar su reciente independencia y unificación como país.

También, han habido algunas voces anticatólicas que no aceptaban la simple idea de que la amistad entre una monja y un almirante, unidas a su común devoción por Santa Rosa de Lima, fuese capaz de generar un hecho político y diplomático tan trascendental. Refuerza la idea de que Petit Thouars actúo con total independencia y apego a su conciencia religiosa, el que en esos años Francia se encontraba en el inicio de la Segunda República y que el presidente francés, Jules Grevy (1807-1891), era un ardiente anticlerical y enemigo de las congregaciones religiosas católicas que se dedicaban a la enseñanza.

Finalmente, hay también algunas versiones románticas, simpáticas, muy en la línea del clásico ambiente romántico en lo cultural y artístico de Lima, que tan magistralmente nos transmitió en sus canciones la gran “Chabuca Granda” (María Isabel Granda y Larco 1920-1983), quien fue una de las exalumnas más destacadas que ha tenido el Colegio de las Monjas Francesas de Lima, donde la madre Hermasie enseñó y vivió con tanto amor por su patria adoptiva.

Ambos, el Almirante y la monja, fallecieron el mismo año 1890, separados por miles de kilómetros. El falleció en Tolon-Francia y ella en su amada Lima, aunque siempre unidos por el emocionante recuerdo de los hechos históricos que les tocó compartir.

Placas existentes en honor a la monja y al Almirante que se encuentra ubicada en un Monumento erigido en medio de la Plaza Francia, en Lima, Perú. (Crédito de foto: Néstor René Mayma Quispe)