Año 1971, Caracas. Reunión como Director Nacional de Turismo de Chile con el ministro de Turismo de Venezuela, Diego Arria.

Venezuela es un país que, a pesar de su historia política compleja y de contrates tan marcados, le ha dado a Latinoamérica, algunos de sus más importantes próceres: En el plano político y militar, al gran Libertador, Simón Bolívar; y en el plano de la cultura, la educación y el derecho, al maestro, don Andrés Bello. Varios países de América del Sur han sido marcados un poco en su historia por la herencia de ambos personajes.

En 1936, otro gran venezolano, el escritor Arturo Uslar Pietri, lanzó sus famosas advertencias tituladas: el “Festín de Baltasar” y “Sembrar el petróleo”. Señaló en estas, el peligro de ser solo países explotadores y dilapidadores de materias primas, como el petróleo, sin aprovechar esas riquezas para invertir en educación y en nuevas actividades económicas diversificadoras. El mensaje de Pietri, lamentablemente, ha sido poco escuchado y sigue vigente.

En mi juventud, a mediados de los años 60s, tuve el privilegio de estudiar, algunos meses, en Caracas y tener como maestros a insignes venezolanos. Uno fue el brillante jurista y cientista político, el Dr. Arístides Calvani, que algún tiempo después sería Canciller, en el gobierno del Dr. Rafael Caldera. El otro que tuve el privilegio de conocer, fue al jurista, el Dr. Enrique Pérez Olivares. Ambos nos hablaban en aquella época de los derechos humanos, la democracia y la solidaridad, en un tiempo en que esas palabras sonaban difíciles, porque gran parte del continente estaba dominado por crueles dictadores.

Más adelante, a inicios de los años 70s, siendo yo Director Nacional de Turismo de Chile, conocí a un joven y talentoso economista venezolano, a quien el presidente Rafael Caldera había nombrado como ministro de Turismo: Diego Arria. Para muchos, el nombramiento fue una sorpresa. En esos años, el turismo no tenía la importancia que hoy ha alcanzado, por lo que se consideraba extraño que un profesional tan habilidoso aceptara ser ministro de Turismo en lugar de alguna otra posición de más peso político.

Diego tenía un currículo profesional impresionante y había sido uno de los cercanos colaboradores del Fundador del Banco Interamericano Desarrollo (BID), el Dr. Felipe Herrera. Además, no pertenecía al partido político del presidente de la República, hecho que alimentaba más la sorpresa. No pasó mucho tiempo para que los venezolanos descubrieran, maravillados, de la mano de su joven ministro, que tenían un país que era un diamante en bruto para el turismo internacional. Con una creativa campaña de imagen país llamada “Venezuela, un país para querer”, proyectó internacionalmente a Venezuela y les infundió a sus compatriotas un enorme orgullo por la riqueza de sus recursos naturales y culturales. Venezuela empezó a ser conocida como un destino turístico importante, y no solo por su riqueza petrolera. Era una demostración efectiva de la validez de las ideas que Uslar Pietri había recomendado 30 años antes.

Su notable labor, reconocida por “moros y cristianos”, hizo que en el gobierno siguiente se le designara como ministro de Información y Turismo y Gobernador de Caracas, posiciones en las que continuó trabajando por el progreso de su patria y elevando la autoestima y el optimismo de sus habitantes. Algunos años después, tuvo otra brillante ejecutoria como Embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas y como presidente del Consejo de Seguridad de la Organización.

Al alejarse de la política y siguiendo la idea de Pietri de “Aremos el petróleo”, volcó parte de su capacidad ejecutora a impulsar un proyecto agrícola innovador, de “granja-escuela modelo”, la pequeña “Hacienda La Carolina”, en la que desarrolló un proyecto que buscaba demostrar que Venezuela podía ser no solo una potencia petrolera, sino también una potencia agrícola.

En la actualidad y desde hace varios años, la situación política de Venezuela lo ha convertido en un opositor al actual gobierno de Nicolás Maduro. No es una labor fácil ni exenta de riesgos y desencantos. Me duele pensar que en pleno Siglo XXI se den en nuestro continente aún signos de tanta inmadurez e intolerancia política, que nos recuerdan el tiempo de los caudillismos y dictaduras de los dos siglos anteriores. Hago fervientes votos, porque más temprano que tarde, las relaciones políticas en Venezuela, entre gobernantes y opositores, se diriman mediante argumentos y diálogo respetuoso y en paz, en lugar del abuso y la represión.

Educador y ex Director Nacional de Turismo de Chile (1970-72).
Publicado en Revista Poder, San José, Costa Rica, 2015.