En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira.

Del Tratado de Lircay a la Independencia de Centroamérica o el extraño destino de Gabino Gaínza

Centroamérica: Una independencia sin guerra

Retrato del Capitán General Gabino Gaínza.

Cuando llegué a Costa Rica en el año 1974 y participé en las primeras Fiestas Patrias del país y de la región, que se celebran cada 15 de septiembre, me sorprendió que la independencia de estos países había sido un proceso pacífico, sin guerras entre españoles y criollos, a diferencia de lo ocurrido en Sudamérica. Como aficionado de la historia, al descubrir el nombre de Gabino Gaínza (1753-1829), como protagonista en la historia de América Central en 1821, vinieron a mi memoria recuerdos de la historia de Chile.

Muchas veces los hechos históricos, conforme uno los va analizando, se van descubriendo sorprendentes conexiones. La Capitanía General de Guatemala estaba integrada por los territorios de las provincias de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y el territorio de Chiapas, este último actualmente parte de México. Gabino Gaínza fue el último gobernante de la región centroamericana en representación del Rey de España, e, inmediatamente, pasó a ser el primer Jefe de Estado de aquellas jóvenes repúblicas centroamericanas, por un breve período.

Resulta ser, que Gaínza, antes de llegar a ser Jefe de Estado de la región centroamericana, fue Jefe realista de la guerra en Chile, en el año 1814. Por eso, apenas pude tener acceso a mis viejos libros de historia de Chile, fui descubriendo a un fascinante y poco conocido personaje, a quien el destino lo llevó a ser un importante actor del período más álgido del Reino de España en América, que corresponde a las luchas dramáticas entre los defensores de la integridad del Reino y los que buscaban acabar con el coloniaje y convertir a sus respectivos países en independientes.

La formación de un militar y gobernante español

Gabino Crispín Gaínza Fernández de Medrano (1753-1828), fue un militar español de carrera, con características bastante especiales. Sirvió a la corona española en puestos militares y de gobierno en sus principales Virreinatos de América. Como la mayor parte de los militares españoles, le preocupaba el gran debilitamiento del Imperio español, muy acentuado en el S.XVIII por la mala gestión y abusos de la dinastía Borbónica.

“El dos de mayo de 1808 o La carga de los mamelucos” (1814), pintura de Francisco José de Goya y Lucientes (1746-1828). Para la representación de los hechos de la mañana del 2 de mayo, Goya se decantó por el combate callejero contra la caballería francesa, representando principalmente a los más aguerridos y famosos de todos, los mamelucos de la Guardia Imperial, tropas de élite. Entre los asaltantes españoles, la diversidad de tipos, con atuendos de varias regiones, expresan la variedad del pueblo que se alzó contra los franceses, de acuerdo a reseña del Museo del Prado.

En el año 1808, hubo una gran explosión social de indignación cuando el monarca Fernando VII y su padre Carlos IV, claudicaron ante Napoleón, permitiendo el ingreso a la península del ejército francés. El pueblo español y muchos de sus militares no aceptaron aquella humillación e iniciaron con el capitán Pedro Velarde, el 2 de mayo del 1808, una insurrección y larga guerra popular contra los invasores franceses, que duró hasta la expulsión y derrota napoleónica.

Estatua erigida en Santander en memoria de Pedro Velarde. En el pedestal hay una inscripción que dice: Santander a la gloria del héroe. 1880.

Un dato importante acerca de este ilustre personaje, es que era de origen vasco. Los vascos históricamente han tenido una relación conflictiva con España y en esa época esa relación llegó a grandes enfrentamientos en los campos de batalla, que se reiniciaron apenas concluyeron las guerras de la independencia en América. De hecho, los dos principales generales de las “guerras vascas” o “carlistas” del S.XIX, fueron militares que se habían distinguido previamente en las guerras de Chile y Perú, como Baldomero Espartero (1793-1879) y Rafael Maroto (1783-1853), ambos coetáneos de Gaínza.

Gaínza formó parte también de una generación de militares españoles que simpatizaban con las ideas liberales, contrarias al absolutismo de la dinastía de los Borbones. Ellos añoraban un modelo similar a la monarquía constitucional Parlamentaria de Inglaterra. Aquellas ideas liberales se le fortalecieron, luego de su matrimonio, en Ecuador, con una dama perteneciente a una aristocrática familia criolla, doña Gregoria de Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano (1779-1854), que también adhería a esas ideas. Su cuñado, Vicente Rocafuerte, fue uno de los más prominentes ideólogos liberales independistas de Ecuador, al extremo de llegar a ser uno de los primeros presidentes de la República de ese país.

Conoció muy de cerca la ambición de las aristocracias criollas de Hispanoamérica, ansiosas de lograr sustituir en el poder a las autoridades españolas. Le tocó ser testigo, a los 31 años de edad, del cruel ajusticiamiento, por descuartizamiento de su cuerpo, del líder indígena Tupac Amaru, en el Cuzco, en el año 1781, y se dio cuenta del error cometido por el Virrey. Ese episodio, en lugar de provocar la pacificación, despertó más resentimientos y deseos de independencia entre los pueblos del continente. Tupac Amaru y el Toqui mapuche Lautaro son los principales referentes de las luchas de los pueblos aborígenes y de los movimientos independentistas de América Latina contra la dominación española.

Ejecución de Tupac Amaru II en la Plaza de Armas de Cusco, pintura del Museo Histórico Regional del Cusco.

Por último, para entender bien la personalidad de Gaínza, hay que verlo como un hombre de mucha edad para su época. Esto lo dotaría de una rica sabiduría y experiencia, curtida en batallas y en las marañas de la administración pública y la vida palaciega colonial. Probablemente, tuvo una salud de hierro, ya que era una época en que la esperanza de vida normalmente era corta.

Éxitos y fracasos de Gaínza en la “Patria Vieja” de Chile

Al iniciarse la primera etapa de la revolución independista de Chile, llamada “la Patria Vieja” de 1810 a 1814, Gaínza fue nombrado por el Virrey del Perú como Capitán General del Reino de Chile y comandante del ejército español, y enviado desde Lima para sofocar la rebelión, que se había constituido con un gobierno autónomo, el 18 de septiembre de 1810. La guerra se había iniciado antes de la llegada de Gaínza y la colonia estaba dividida en dos zonas: Al norte, en Santiago, gobernaba una Junta de Gobierno con un Director Supremo independentista, Francisco de la Lastra y de la Sotta (1777-1852), mientras que el Sur, con su sede militar en Chillán, era leal a la monarquía española y al Virreinato del Perú. El Capitán General y Almirante español que las dirigía, Antonio Pareja, había fallecido de “fiebres malignas” en plena guerra.

Gaínza desembarcó con sus tropas en el Golfo de Arauco, a unos 30 km al sur de la ciudad de Concepción, el 31 de enero de 1814. Recibió tropas de las guarniciones militares de Chiloé, Valdivia y Chillán, que se mantenían leales a la Corona. Negoció una alianza con los caciques Mapuches de la zona, que le ofrecieron 6000 mocetones para su ejército, en un encuentro llamado el “Parlamento de Quilín”. Este apoyo mapuche era vital, debido a la poca población de las ciudades coloniales. Gracias a todo ello, logró rápidamente entrar en campaña con un ejército de más de 4000 efectivos, con muy buen armamento. Al inicio de sus enfrentamientos con los patriotas, tuvo suerte, con algunos triunfos y ataques sorpresivos, en uno de los cuales logró apresar al principal militar chileno, el general José Miguel Carrera Verdugo (1785-1821) y a su hermano Luis (1791-1818), también General.

Sin embargo, la buena suerte inicial empezó a complicársele, ya que parte de las fuerzas patriotas estaban comandadas en el terreno por un temible rival, el Brigadier Bernardo O´Higgins (1778–1842), quien era un personaje tanto o más atípico que el propio Gaínza. O´Higgins era hijo de un irlandés, que había llegado a ser Virrey del Perú y es bien sabido que la proverbial tozudez de carácter de los vascos solo es comparable con la de los irlandeses. O´Higgins no era militar, pero su valentía, casi suicida en las batallas, le daba un enorme ascendiente entre sus tropas, que hacía que lo siguieran, sin dejar la lucha y sin miedo a la muerte.

“Batalla del paso El Roble”, óleo de Manuel Tapia (1835-1915).

El prestigio de O’Higgins entre la tropa había llegado a un nivel mítico, tres meses antes de la llegada de Gaínza, luego de la batalla de El Roble, el 17 de octubre de 1813, que estaba a punto de ser una total derrota, pero que el Padre de la Patria convirtió en victoria, al tomar el fusil de un soldado muerto y gritar su arenga “O vivir con honor, o morir con gloria, el que sea valiente que me siga” e iniciar un impetuoso contrataque a pie sobre las fuerzas enemigas.

En el combate recibió un balazo en una pierna, pero no se detuvo hasta que los españoles se dieron por vencidos. Esa misma batalla marcó el inicio del declive del liderazgo del General en jefe patriota, José Miguel Carrera, quien al creerla perdida, abandonó la lucha. Después de esa batalla, O’Higgins, que era coronel de milicias, fue promovido a General de brigada a propuesta de Carrera.

Por otra parte, O’Higgins formaba parte del selecto grupo de ideólogos de la independencia latinoamericana, miembros de la “Logia Lautarina”, una organización político-filosófica secreta fundada en Cádiz en 1807, con la finalidad de liberarse de la Monarquía española. Esta agrupación tenía de antecedente otra Logia creada en Londres en el año 1789, de la que O’Higgins también fue integrante.

Además, O´Higgins se había educado de niño en un colegio Franciscano, donde sus compañeros eran los hijos de los caciques mapuches, por lo que hablaba su lengua, el mapudungun, con fluidez, lo que le facilitaba reclutar tropas entre ellos. Esto provocó una equiparación de las fuerzas de los dos bandos y una campaña de gran intensidad, de continuas batallas, que llevaron a los dos ejércitos a un estado de extremo agotamiento.

En ese contexto, se dio una mediación de Gran Bretaña, que propuso que ambas partes buscarán un acuerdo de cese de hostilidades. Los británicos, luego de su impresionante triunfo en el combate de Trafalgar, del 21 de octubre de 1806, se había convertido en la más poderosa potencia naval del mundo y sus buques de guerra y mercantes controlaban todos los océanos. Tanto el virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa (1743-1821), como el Director Supremo de Chile, Francisco de la Lastra y de la Sotta y la Junta de Gobierno de Santiago, aceptaron la mediación y autorizaron a O´Higgins y a Gaínza para negociar un Acuerdo al que le llamaron el “Tratado de Lircay”.

En la negociación, O´Higgins, que había tenido una educación superior muy sofisticada en Inglaterra, tuvo más habilidad que su rival español, haciéndole creer que el ejército patriota estaba mucho más fuerte que el español, lo que en la realidad no era cierto. Como consecuencia, Gaínza asumió compromisos que fueron considerados muy humillantes por el ejército español en Chillán, así como por el clero católico que era pro monárquico y por el propio Virrey, ya que incluían la promesa de retirar las tropas del territorio chileno y, lo más grave, reconoció la autoridad del gobierno criollo de Santiago.

En una perspectiva de mayor alcance histórico, se puede considerar que el “Tratado de Lircay” es el primer reconocimiento explícito en toda América, de la legitimidad de la lucha de los patriotas criollos, por parte de la Monarquía española. Hasta ese momento, los patriotas eran vistos y juzgados como traidores o delincuentes, a los que se ahorcaba o fusilaba, sin ningún respeto, como ocurrió con Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811) y José María Morelos y Pavón (1765-1815) en México y con Jorge Tadeo Lozano (1781-1816) y la bella heroína Policarpa Salavarrieta (1795-1817) en Colombia, en ese mismo período.

Curiosamente, en el bando criollo, ocurrió algo parecido. Al inicio, se celebró el tratado con gran alborozo y se realizó un “Te Deum” en Santiago, en agradecimiento a Dios por haberse logrado la paz. No obstante, al poco tiempo, las luchas intestinas entre los mismos criollos, hicieron que un importante sector adversario al Director Supremo, juzgaran el acuerdo como un error.

Al regresar Gaínza a Lima, fue severamente regañado y sancionado, viviendo varios años en una especie de “ostracismo” político en el Virreinato de Nueva Granada, actual Colombia-Ecuador-Venezuela. Pese a ello, logró demostrar su inocencia y se mantuvo en la alta administración colonial con importantes funciones.

Su buen desempeño y lealtad, hicieron que en el año 1820 se le nombrara en un importante puesto del ejército español, en el Virreinato de Nueva España, actual México, y un año después, a inicios de 1821, como Capitán General de la Capitanía General de Guatemala.

Capitán General español y primer Jefe de Estado de Centroamérica

El nombramiento de Gaínza como Capitán General de Guatemala provocó una ácida polémica entre los Virreyes de Perú, Joaquín de la Pezuela (1761-1830), y el de México, Juan José Ruiz de Apodaca (1754-1835). Para el de Perú, era una “metida de pata”, ya que en su criterio, Gaínza era muy viejo y débil para enfrentar las rebeliones independentistas, además de ser muy liberal, o incluso, un posible traidor, por sus vínculos familiares con los independistas y por su origen vasco. Estas críticas provenían, también, de otros importantes jefes militares españoles, celosos o envidiosos, de la suerte de Gaínza. Sin embargo, el Virrey de México consideró calumniosas esas acusaciones y le mantuvo su confianza.

Este período, previo al nombramiento de Gaínza, coincidió con graves hechos en España y en América. En España, las tropas españolas que estaban programadas para venir a México a sofocar la rebelión, se habían sublevado a las órdenes del Coronel Riego, en Sevilla, el 1 de enero de 1820, exigiéndole al Rey Fernando VII que jurara a la Constitución y que acatara las decisiones de las Cortes de Cádiz.

Por otra parte, en Sudamérica, se había consolidado la independencia de las antiguas colonias, luego de cruentas guerras en Chile, Perú y las llamadas Repúblicas bolivarianas. En México, un importante General del ejército español, Agustín de Iturbide (1783-1824), se pasó al lado rebelde, provocando la caída del Virreinato y la independencia definitiva de México.

Ante ese nuevo panorama, Gabino Gaínza se vio enfrentado por segunda vez en su vida, desde el lejano “Tratado de Lircay” en Chile, a una decisión crucial. En Guatemala, El Salvador y Honduras había lideres criollos dispuestos a tomar las armas para seguir el ejemplo independentista de las demás colonias. Gaínza tenía que elegir, o enfrentaba militarmente a los rebeldes, o buscaba una solución pacífica, sin derramamiento de sangre. El camino que le pareció más lógico, racional y de alta política era el de la vía pacífica, pero lo presionaban psicológicamente las acusaciones de débil, traidor, anciano incompetente, que le atribuían los monarquistas más exaltados.

Su decisión fue la más sabia. El mismo fue quien tomó la iniciativa de convocar, el día 15 de septiembre de 1821, a un Cabildo Abierto en la ciudad de Guatemala, en la que propuso la independencia de las provincias que formaban parte de la Capitanía General. El Acta de la Reunión, aunque fue aprobada solo por los guatemaltecos, tenía un acápite que invitaba a las demás provincias de la Capitanía a sumarse y a ratificar los acuerdos en un Congreso Centroamericano. El Acta que se conoce como “Acta de Independencia de Centroamérica”, tiene la firma de Gaínza en el primer lugar. En la misma ocasión, fue elegido como el primer gobernante de Guatemala y Centroamérica independiente. Gracias a esto, se evitó una guerra entre criollos y españoles, caso inédito en la historia de la independencia de los países hispanoamericanos.

Sin embargo, la liberación respecto de España, fue sucedida por un nuevo peligro, esta vez, más cercano y amenazante, proveniente de México. El General Agustín de Iturbide, un hombre de desenfrenada ambición, se hizo designar “Emperador de México” propiciando un modelo de gobierno monárquico, en lugar del liberal republicano por el que habían luchado los patriotas criollos.

Proclamación de Iturbide el 19 de mayo de 1822. Acuarela anónima. Museo Nacional de Historia. INAH México.

Iturbide, quería incorporar las provincias centroamericanas a su Imperio, amenazándolas, si no lo aceptaban, con invadirlas militarmente. Ante esto, Gaínza trató, con mucha prudencia y vehemencia, de negociar una salida pacífica que impidiera la invasión mexicana, pero Iturbide no confiaba en él y de todos modos envió un ejército invasor. Los patriotas salvadoreños declararon abiertamente su rechazo a Iturbide. Como consecuencia, hubo una cruenta guerra entre El Salvador y México. Gaínza fue traicionado y destituido por Iturbide y llevado a México, con la falsa promesa de ser nombrado gobernador de un Estado. Más tarde, según algunas fuentes, murió en olvido y pobreza en el año 1829.

Para suerte de México y de las Repúblicas Centroamericanas, la locura imperial de Iturbide duró muy poco. Un año después de la destitución de Gaínza, el Emperador Iturbide fue derrocado y debió huir al exilio en Europa. Su vida concluyó, muy trágicamente, en el año 1824, cuando regresó a México, creyendo que iba a ser bien recibido y, en realidad, había una orden de apresarlo y ejecutarlo debido a una sentencia que lo condenaba a la pena de muerte. Fue fusilado el 18 de Julio de 1824 en Tamaulipas.

Es una gran coincidencia histórica que 43 años después, el otro Emperador que ha tenido México, Maximiliano l de Habsburgo, también muriera fusilado en Querétaro. Con estos fusilamientos quedó, muy elocuentemente demostrado, que ni México, ni las jóvenes Repúblicas Latinoamericanas, nacidas durante el proceso de la independencia, querían ni quieren sistemas de gobiernos monárquicos o imperiales.

El juicio de la historia

Leyendo todas las biografías o textos sobre Gaínza, de Chile, Perú, México o Guatemala, uno queda con una imagen muy poco clara sobre este personaje. Hay muchos textos que recogen las versiones españolas, que lo dejan muy mal. Lo tratan de irresoluto, cobarde, traidor o simpatizante de los liberales independistas. Lo culpan del mal desempeño militar en Chile y de haber sido engañado por O´Higgins en el “Tratado de Lircay”. Lo culpan de la independencia de Guatemala y Centroamérica. Lo más suave que se dice de él es que era viejo y que eso lo hacía incompetente.

Al poner toda su larga trayectoria sobre el tapete, mi opinión es completamente diferente. Me parece un personaje interesantísimo y admirable, atrapado por el capricho de la historia, en un mundo que le presentó dramáticas encrucijadas, en las que se enfrentaban sus valores, su patriotismo, sus ideales políticos y filosóficos.

Para él, al igual que para muchos militares españoles, debe haber sido un suplicio mantener lealtad a un Rey como Fernando VII, que tanto daño le hizo a su país, desde el humillante sometimiento a Napoleón pasando por la traición a los españoles que desde las Cortes de Cádiz y los campos de batalla lucharon por recuperar la independencia de España.

En el relato que hace el historiador franco-chileno, don Claudio Gay Mouret (1800-1873) sobre las reuniones que se dieron durante la negociación del “Tratado de Lircay”, hay un recuerdo que hace don Bernardo O´Higgins, refiriéndose a una conversación con su adversario Gaínza, durante un receso de las reuniones oficiales, que ayuda a comprender mejor a Gaínza.

En esa conversación, muy franca, Gaínza le habría confesado a O´Higgins sus ideas liberales y el poco afecto que sentía por el rey Fernando VII. O´Higgins, que era hijo de un Virrey del Imperio español y a la vez un ardiente independista liberal, fue posiblemente una de las pocas, o posiblemente la única persona, con la que Gaínza se atrevió a hacer esa confidencia tan delicada.

Finalmente, creo que su edad fue un factor muy positivo. Los años de vida le dieron experiencia y sabiduría. Poner la paz como objetivo es lo más sabio que un político o militar puede hacer. Gaínza así lo hizo y por eso es justo que los pueblos de Centroamérica lo recuerden con gratitud.

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1 comentario

  1. His full name is Capitan General Gabino Crispin Gainza Fernandez de Medrano. Medrano was the son of José Javier de Gaínza y Monzón, Lord of the Palace of Gaínza, and Eulalia Fernández de
    Medrano. His paternal grandparents were Francisco Ignacio de Gaínza and María Ana
    de Monzón, and his maternal grandparents Enrique Fernández de Medrano and
    Francisca Jiménez de Tejada.

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Editado por Mauricio Lizama Oliger