Algunas de las experiencias más curiosas en mi vida se han dado debido al acento o entonación que tengo al hablar. Cualquier persona que me escucha, se da cuenta de inmediato que soy chileno. No obstante, con mis 79 años, resulta que he vivido más de la mitad de ellos en Costa Rica (donde llegué por primera vez hace 47 años). Me parece que soy un caso raro, ya que muchos amigos con experiencias parecidas a la mía asimilaron rápidamente el acento o la forma de hablar el idioma español de sus patrias adoptivas. Incluso, mi propia esposa, Marie Jeanne Oliger Salvatierra (1951-2003), fue un buen ejemplo de ello, ya que, al poco tiempo de llegar a Costa Rica, hablaba como “tica”. Más de una persona le preguntaba extrañado porqué y cómo se había enamorado y casado con un chileno.