Año 1990, San José. Patrocinando con Líneas Aéreas Costarricenses S.A. (LACSA) a la medallista olímpica, Sylvia Poll, para sus competencias internacionales.

La globalización mundial ha puesto, en un primer plano, el tema de la competitividad de los países. Actualmente, la preocupación y prioridades de muchos gobiernos es establecer sistemas educativos eficientes que logren generar capital humano acorde a las necesidades y desafíos de la coyuntura económica internacional. El índice de competitividad del Foro Económico Mundial de Davos, ubicado en Suiza, que se publica anualmente, es posiblemente uno de los documentos más leídos y tomados en consideración por los “decision-makers” de cada país. Aunque ese índice tiene una gran cantidad de factores, muy variados, que forman parte de su medición, hay cierto consenso en que los más importantes son los que tienen relación con el factor humano, en un sentido amplio.

Los niveles de educación y de formación técnica, además de la disciplina, los valores culturales, las relaciones sociales con el entorno natural son algunos factores humanos que explican porque algunos países son más competitivos que otros. En estas líneas nos referiremos a uno de los elementos que más contribuye a desarrollar la competitividad: el deporte (y, en especial, el deporte escolar).

Los griegos fueron, posiblemente, los primeros en darse cuenta del valor educativo de los deportes, en la formación del carácter y entereza de sus ciudadanos. El filósofo romano, Juvenal, lo resumió muy bien en su famosa frase “mens sana in corpore sano”. Igualmente, el pedagogo-historiador francés, creador de los juegos olímpicos modernos, el Barón Pierre de Coubertin, con el lema: “Lo importante no es ganar, lo que importa es competir”.

Siguiendo el pensamiento de estos dos grandes hombres, la competencia deportiva y la práctica deportiva, incorporada a la vida diaria, crean sociedades mejores, más solidarias y éticas, más sanas en lo físico y en lo intelectual, así como más fuertes para enfrentar adversidades.

El respeto y cumplimiento de las normas sociales, sean leyes o costumbres, es un valor que no siempre es fácil de transmitir por las vías tradicionales. Sin embargo, por medio del deporte, se logra de un modo amigable que los jóvenes las acepten y acaten con entusiasmo. Tuve la suerte de haberme educado en mi niñez y adolescencia en un Colegio donde se alentaba mucho el deporte y cualquier oportunidad era aprovechada. Cuando en el patio se armaba una pelea entre dos estudiantes y la gritería de los que miraban se hacía sentir, aparecía el Cura encargado de la disciplina, corriendo con dos pares de guantes de boxeo en sus manos, y nos los ponía y rápidamente nos daba las reglas básicas del Marques de Queensberry: “No golpearnos en las partes nobles”. Luego, el cura nos arbitraba la pelea y la posterior revancha, si era necesaria. De esta manera, un mal sentimiento, como lo es la ira descontrolada, se convertía en una enseñanza, a jugar limpio, con reglas, y viendo al contendor no como un enemigo, sino que como un competidor.

Otro de los valores, claves para ser competitivos, que se aprende con la práctica deportiva, es el trabajo en equipo, entendiendo que todos los miembros son importantes y no solo los que aparecen como líderes o celebridades. ¿Cuántos libros se han escrito sobre fracasos empresariales y políticos porque sus dueños o jerarcas no logran que todos remen en la misma dirección y con igual intensidad y coordinación?

Recuerdo, que cuando mi amigo Michael Kaye descubrió los ríos de Costa Rica, a fines de los años 70s, e introdujo el deporte del rafting, uno de los segmentos de turistas norteamericanos que empezaron a venir, en grupos, eran los altos ejecutivos de empresas importantes de los Estados Unidos. Una de las principales razones de este turismo era que las propias empresas los enviaban a practicar este deporte pues se consideraba uno de los mejores para estimular el espíritu de cuerpo y del “team work”.

Podrían citarse miles de ejemplos similares de actividades deportivas que enseñan habilidades blandas fundamentales para estimular una cultura competitiva, no obstante, lo que pretendo con este artículo, ahora que estamos cercanos a la fecha de un cambio de gobierno, es motivar de plantearse los nuevos desafíos que enfrenta el país, utilizando el deporte como un medio que ayude no solo a fortalecer el sistema educativo, pero también el sistema empresarial y de organizaciones comunales y de los gremios profesionales. Crear una cultura competitiva en la idiosincrasia costarricense a través del deporte puede ser nuestra mejor manera de llevar al país al desarrollo y fortalecer los esfuerzos que hacen entidades como el “Consejo para la Promoción de la Competitividad de Costa Rica” en esta materia.

Educador y ex presidente de la Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo (ACOPROT)