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El médico chileno que llegó a Costa Rica a combatir la epidemia de poliomielitis infantil

  • Este artículo esta dedicado con mucho cariño a mis amigos William Rosales y su esposa Mónica Sauter Miller.

En estos primeros meses del año 2020, en los que el mundo sufre los efectos del COVID-19, emergen en los medios de comunicación los recuerdos de catástrofes similares del pasado. En la memoria costarricense, la historia nos lleva a la epidemia de cólera de 1856, durante la heroica guerra en contra de la invasión norteamericana de William Walker, que diezmó la población del país.

“Árbol de la esperanza mantente firme” (1946). Doble autorretrato donde expone dualidad y refleja sus dolores provocados por la poliomielitis y accidentes. Esta pintura tuvo inspiración de su amante, el pintor catalán y exiliado republicano de la Guerra Civil española, Josep Bartolí (1910-1995). “Me acordé de tus últimas palabras y empecé a pintar. Trabajé toda la mañana y después de comer hasta que no hubo más luz. Pero luego me sentí extenuada y todo me dolía (…) Por ti he vuelto a pintar, a vivir, a ser feliz. Eres mi árbol de la esperanza.” Frida Kahlo (1907-1954)

El otro triste recuerdo es el de la epidemia de poliomielitis, o parálisis infantil, del año 1954, que dejó una trágica y honda huella de 1600 costarricenses con diversos grados de invalidez por el resto de sus vidas, principalmente en columna vertebral y piernas, y 154 fallecidos, casi todos niños.

A pesar de ser una enfermedad muy antigua, desde hace muchos siglos, la ciencia médica no había logrado avances para diagnosticarla, tratarla, evitarla o sanarla. Aunque personajes famosos la habían sufrido, como la gran artista mexicana, Frida Kahlo, no se había logrado crear conciencia en los grandes centros de investigación científica sobre su prioridad. 

Esta situación cambió a partir del año 1921, cuando el más brillante y admirado político norteamericano de esa época, Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), se contagió de poliomielitis, quedando paralizado totalmente de la parte inferior de su cuerpo.

Hay muchos libros, reportajes y películas que relatan la tenacidad e inteligencia de Roosevelt para superar las consecuencias de su invalidez, sacando a su país de la gran depresión económica de 1929 y llevándolo a la victoria en la II Guerra Mundial, por lo que su aporte a la lucha contra la poliomielitis es menos conocido.

El presidente Roosevelt en su silla de ruedas en el porche de Top Cottage en Hyde Park, Nueva York con su nieta Ruthie Bie y su perro Fala. Febrero de 1941. Esta fotografía fue tomada por su amiga, Margaret «Daisy» Suckley. Fotografía tomada del Museo y Biblioteca Presidencial FDR.

Durante sus gobiernos, impulsó todo tipo de proyectos orientados a atacar esta enfermedad, asignando recursos para investigar en universidades, laboratorios y centros médicos. Obtuvo donaciones para crear Fundaciones y Centros de Rehabilitación. Falleció antes de ver los avances en la búsqueda de una vacuna, pero en rehabilitación logró ver un notable progreso.

Entre los años 1949 y 1956, las epidemias de poliomielitis fueron muy agudas en el continente americano. En Estados Unidos, de un promedio de 20 mil contagios anuales se pasó bruscamente a 58 mil en 1952 y a 350 mil en 1953. En Sudamérica ocurrió proporcionalmente lo mismo. Por ejemplo, en Chile, entre 1949 y 1954, hubo más de dos mil casos y casi 400 fallecimientos. Personalmente, me tocó vivir muy cercanamente esa tragedia, ya que un compañero de colegio contrajo la enfermedad.

En Costa Rica, la epidemia se presentó también con mucha intensidad en el año 1954. Solo había un gran hospital en el país, el San Juan de Dios, con capacidad limitada para enfrentar la epidemia. Había muy buenos médicos pediatras y ortopedistas, pero la rehabilitación de lisiados, por parálisis o accidentes, no se había desarrollado suficientemente, y, menos, la de niños con parálisis infantil.

En ese contexto, los doctores Carlos Sáenz Herrera, eminente pediatra, Humberto Araya Rojas, Jefe de Pediatría del Hospital, Guillermo Robles, también pediatra y José Luis Orlich, ortopedista, llegaron a la conclusión que se requería urgente apoyo externo y recurrieron al Ministro de Salud, el Dr. Rodrigo Loría Cortés, para que la gestionase ante la Organización Mundial de la Salud (OMS). La respuesta del organismo mundial fue muy rápida, y en los primeros días del mes de mayo, llegó al país el experto solicitado: el médico chileno Ernesto Saldías Guzmán (1918-2010).

El médico chileno Ernesto Saldías en su hogar en Costa Rica. Fotografía cortesía de la señora Cecilia Sauter.

El Dr. Saldías era muy joven, pero lo respaldaba un excelente currículo, como uno de los muy escasos especialistas en Rehabilitación de Sudamérica. Había estudiado medicina en las Universidades de Concepción y en la Universidad de Chile, como médico cirujano y como pediatra, además de una especialidad en Neurología Infantil. Posteriormente, en Estados Unidos, se había especializado en Medicina Física y Rehabilitación en la Universidad de Nueva York y en la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota.

El Dr. Saldías, durante 11 meses, compartió con sus colegas médicos costarricenses una frenética y extenuante batalla contra la epidemia. Vivieron momentos muy duros, ya que a veces los niños morían en sus brazos y la desesperación de las familias era imposible de consolar ante la invalidez de sus hijos.

Sin embargo, el arduo trabajo logró resultados. La epidemia pudo detenerse, más rápidamente que en otros países, por la separación que se hizo de los contagiados respecto de otros enfermos. También, porque de esa crisis surgieron las ideas de crear notables instituciones y programas como el Hospital Nacional de Niños, el Centro Nacional de Rehabilitación, y otras iniciativas, muy apropiadas.

Aunque el Dr. Saldías regreso a Chile a continuar su benemérita carrera profesional y se desempeño como consultor internacional en otros países, Costa Rica se convirtió en su segunda patria. No solo por admirar sus bellezas naturales y su idiosincrasia, sino que también, porque tuvo la dicha de conocer a una bella y distinguida joven costarricense, de Tres Ríos de la Unión, Cecilia Sauter, de quien se enamoró y fue correspondido. Fueron un matrimonio inseparable hasta el fallecimiento del médico chileno en Costa Rica.

Tuve la gran suerte de conocerlo en Chile, entre los años 1998 y 2002, ya que a pesar de su edad avanzada, nos colaboró como médico de empresa en LACSA a cargo de los eventuales riesgos de salud que podían afectar a nuestros pilotos y tripulaciones de cabina. Le gustaba hablar sobre Costa Rica y de su deseo, que pudo cumplir, de vivir los últimos años de su vida en la tierra natal de su amada esposa.

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4 comentarios

  1. Nora Roubillard

    Maravillosa persona.Fueron,junto a tía Cecilia un ejemplo y referencia para mí en mi niñez y adolescencia.
    Grandes amigos de mis padres.Inolvidables

  2. Eugenia Kruse Quirós

    El doctor Saldías un benefactor de los costarricenses y muy admirado por mi tío abuelo Carlos Sáenz Herrera y muy amiga doña Cecilia de la familia, tanto por el lado de mamá como de papá. Cuento además con el privilegio de que su hija María Mercedes sea una de mis amigas más queridas y admiradas.

  3. Flor Sandoval Siles

    En el año 55, a la edad de 2 años, me contagié de polio y mi diagnóstico era la silla de ruedas o muy posiblemente la muerte. El Dr Orlich fué mi médico. Estuve internada en la Casa Verde anexo al Hospital San Juan de Dios, durante 3 meses, sin poder ver a mis Papás. Supe que muchos de los niños q compartieron conmigo, murieron y otros quedaron con serios problemas fisicos.
    No sé qué misión me encargó Dios, para que después de años de usar unos aparatos en las piernas y muletas y mucho ejercicio de 3 sesiones al día , a cargo de mi infatigable Madre, me recuperara y no quedaran secuelas. Quizás tuvo q ver después de Dios, el esfuerzo de estos grandes y valientes doctores q dieron su lucha por todos nosotros.

    Fn

  4. CARLOS LIZAMA HERNANDEZ

    De todos los articulos que he publicado este sobre el Dr. Saldias es que mas comentarios emotivos he recibido, por medio de llamadas telefonicas, mensajes en Facebook y este mismo blog. El grupo de admirables medicos costarricenses y el Dr Saldias dejaron una y el amor a los niños.enorme huella en Costa Rica, de agradecimiento por su abnegacion en la lucha contra la poliomelitis

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Editado por Mauricio Lizama Oliger